Y de la luz de tu rostro,
de repente, tu boca,
un pozo profundo donde abrevar
y exponerme a someterme
al infinito.
Un incendio, el carmín
hecho fuego, carne grosella,
dulzor de fresas salvajes
donde se suspende la vida
para hacerse milagro patente.
En la luz de tu mirada,
por encima de ty sonrisa,
la aprobación,
el compromiso,
la fragancia que anuncia el banquete
desbocado e insumiso.
La sumisión a la que me sometes
me subyuga y derrota,
bajo el amparo de tu mirada.
Tu boca. Tu boca única.
Hermoso poema. Y una boca preciosa la de la imagen.Saludos
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Charo.
EliminarUn abrazo.
Me ha gustado más tu boca que la que le hizo Víctor Manuel a Ana Belén.
ResponderEliminarAunque sea vanidad por mi parte, te lo agradezco mucho.
EliminarUn abrazo.