Sobre la mesa, ingenio de tus manos,
un ramo de flores perenne,
un virtuosismo de tus manos
que no floreció en tierra
sino en la habilidad y la destreza,
en el empeño de tu voluntad
para mi agasajo.
¿Papel maché? Cierto.
No huelen, pero tampoco se marchitan,
son como una aseveración tuya:
tu impronta y fruto de tu empeño.
Flores de ayer,
imperecederas como tu palabra,
como discurso dilatado a lo largo de los días,
continuidad de un ayer que permanece.
Alguna pequeña mancha, sí,
como pretérito que se diluye en el hoy
y se actualiza, mas el mismo símbolo
de nuestro caminar, siempre enraizados.
Allá nacieron las promesas,
en esa floración permanente
que nos dibuja y nos retrata,
y hoy sigue siendo nuestro testigo fiel.
Oler no huelen pero, si estan bien hechas, son decorativas. De las manos de mi esposa han salido muchas.
ResponderEliminarUn abrazo.
De eso se trata, Emilio, de adornar sin que se marchiten y del ejercicio de la persona allegada que las hace con todo el cariño.
EliminarUn abrazo.
Yo las hacía en el colegio cuando era chica y se las traía de regalo a mi mamá. Me recuerdan esas épocas. Bellas. Un abrazo Francisco.
ResponderEliminarMe alegra saber que has practicado esta bonita destreza, Luján.
EliminarUn abrazo.
Todo tiene su lado positivo y tú se lo has sacado a las flores de papel ¿Quién lo diría que?
ResponderEliminarEsas flores son la huella de un trabajo hecho con amor infinito...Ahí están testigos de una vida en común, Francisco...Me encantan las labores caseras, las conservo siempre.
ResponderEliminarMi abrazo, amigo.