Una silla plegable,
los pies desnudos sobre la hierba
y el lejano murmullo del tráfico rodado
como banda sonora.
No hay sombrilla
como la copa de un árbol,
ni brisa más eficaz
que la que destila la vegetación.
Siento un leve cosquilleo por las piernas,
las agito y desaparece
para volver de inmediato.
Soy un intrépido en la naturaleza,
un extraño:
una mariposa blanca vuela sus torpezas
sin atinar dónde posarse;
no así las hormigas,
ellas escalan mis tobillos
y se hacen presente en las rodillas
con una agilidad escaladora inusitada;
los gorriones picotean entre las hierbas
pero son muy prudentes
y no se me acercan.
Trato de perderme en las páginas de un libro,
cuando llama mi atención una paloma
haciendo escala en el vallado.
No hay nada extraño en este entorno,
tan solo yo soy el intruso.