Esa música que suena en mis oídos,
que me envuelve en el celofán
de muy sutil nostalgia,
que me habla de tiempos remotos
y que tu nombre pronuncia
una y mil veces
sin límites de tiempo
con incierta esperanza.
Esa música de viejos guateques
que tu cuerpo a mi cuerpo acercaba,
esa banda sonora
de tu vida en mi vida,
es la piedra de toque
de este alegre despertar de añoranzas.
Esa mirada lánguida,
ese pulso acelerado de tu mano en mi mano,
esa pulsión de notas engarzadas,
esa inocencia de dedos y miradas,
ese espejo de tu iris
sin pronunciar palabras.
Esa música remota,
en tu vejez y en la mía,
al tiempo vieja y renovada,
esa música que suena
en tus oídos y en los míos,
esa ternura prolongada en los días,
ancestral y eternizada.