Aunque nunca recuerdas mis
respuestas,
me sé todas tus preguntas,
esa sarta interminable y
reiterativa
como collar de varias
vueltas,
que se enrosca una y otra
vez
con la exclusividad de ser
siempre la misma:
¿Qué
me pongo?
Insistes como un grifo mal
cerrado,
como zapatilla que canturrea
en el piso
su falta de fijación y su
cantilena
o gozne que reclama
lubricante.
¿Qué
me pongo?
Con el empeño de hacerme tu
estilista,
ignoras mis reiteradas
respuestas
de ayer y toda la conjunción
de pretéritos
que desfilaron
secuencialmente
por mis labios a modo de
muletilla.
¿Qué
me pongo?
Lo que tú quieras, mi amor;
lo que tú quieras…