Después de miles de años,
de millones de lunas
que cambiaron de fase
y de estética: a veces media
sonrisa,
otras de luminosidad plena;
después de que el agua de
lluvia
acabara por un camino u otro
abrazándose a la salinidad
de los mares
para hacerse unidad líquida;
después de que el homo
se pusiera de pie, y
caminara encorvado
para finalmente estirarse
por encima de todo y de
todos;
después de tanto
alumbramiento
con dolor y de tanta muerte
en soledad
o acompañada con llanto y
silencio,
todavía no ha aprendido el
ser humano
a respetar ni a respetarse,
a dilucidar que cuando cae
el telón
la vida sigue su galope
incesante
y aquí se quedan todos sus
jadeos,
todos los sudores y todos
los ajuares.
Después de miles de años,
seguimos instalados en la
ignorancia.