Verano. Calor, sí calor;
es inútil negarlo, como
inútil es poner palabras
para refrescar
al verano o acallar a las
chicharras
en sus recitales de
sobremesa.
Los incendios se encaraman a
los informativos
y aparecen con la sagacidad
de lo fortuito. Cuando uno
queda controlado,
aparecen otros tres.
¿Fortuito? ¡Quizás! ¿Quién
sabe!
La furia del verano es un
termómetro
que se derrite, playas
que se colapsan, carreteras
que se desbordan
por arcenes imposibles y
heladerías que se visten
de atractivos y gélidos colores.
Contrastes.
No me llegan las palabras.
Es inútil. Todo tiene su
cometido,
pero las palabras son hoy
fuegos de artificio
que emborronan figuras efímeras
y se sostienen el tiempo del
humo:
frustración que mascullo.
Hoy quiero hacer un incendio con las palabras.
Cada verano, una nueva ración de lo mismo. Hasta que acabemos con todo. Sensación de rabia e impotencia.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
También un día acabaré incendiando las palabras y dejaré esta actividad.
EliminarUn abrazo.
¡Ojalá este verano no se repita un desastre similar al de Portugal, Galicia o Asturias el verano pasado! Pocas veces lloro de forma tan sentida, como cuando contemplo un bosque o un monte quemándose. Un besazo.
ResponderEliminarOjalá, Sechat, pero todavía falta bastante verano y ya van algunos de fuerte trascendencia como los de Huelva y el Algarve.
EliminarUn beso.
Es una pena que el verano, tiempo de descanso y disfrute nos lleve a estos desastres, que casi siempre el hombre es el culpable...El calor nos vuelve a todos locos, sin orden ni concierto...Hasta las palabras arden, como bien dices, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz fin de semana.
También ardo yo de emoción con tus comentarios, María Jesús.
EliminarUn abrazo.