Al caer la tarde, como cada
día,
la recuerdo sentada en una
silla baja de anea,
a la puerta de su casa. Al
encuentro
acudían otras vecinas, cada
una con su labor.
Ella tejía crochet
con la misma habilidad
que un músico interpreta sin
partitura
la melodía de su canción
fetiche
o el mulo se unce a la
sementera
sin necesidad de pautas del
gañán.
El sol ya sólo iluminaba el
Chifle,
próximo a ocultarse.
Hablaban de todo, cada una
en su tarea,
pero siempre de las mismas
cosas
como derivadas de un mismo
ovillo.
Iba vestida de negro y éste
cubierto
por un delantal de pequeños
cuadros grises,
de cuyo bolsillo surgían
prodigios
con los que agasajarme.
Tanía la piel rosada y el
pelo de nácar
como la fotografía de sus
padres
que presidía el comedor.
En su impronta, además de la
dulce sonrisa,
rompía el rigor del luto
eterno
el delantal descrito y el
rodete inmaculado
en el que se recogía el pelo
con una peina de carey.
De los muchos mimos
recibidos
en mi infancia, ella, mi
abuela,
la portentosa artífice de mi
felicidad.
Me llega mu adentro, la descripción de tu abuela y me trae recuerdos de mi abuela,también haciendo crochet y tomando mate y mi abuela no vestía de negro, eran ya otros tiempos.Me la imagino hermosa a tu abuela.
ResponderEliminarEn mi caso ha sido la emoción de los recuerdos, Cristina. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Al iniciar tu poema he recordado a mi abuela entre lágrimas, y al terminarlo he roto a llorar de puro agradecimiento porque he visto a mi abuela en cada uno de esos versos y esos detalles del pasado. Gracias.
ResponderEliminarLo que tú describes, Sechat, me sucedió a mí al escribirlo. ¡Bendito todo aquel que se emociona recordando a sus mayores!
EliminarUn abrazo.
Todo un homenaje a nuestras raíces, Francisco...Llevamos mucho de nuestros abuelos, ellos se recrean en nuestra piel y en nuestra palabra...Tierra y cielo unidos siempre.
ResponderEliminarEspero que estés pasando un buen verano, pronto refrescará.
Te dejo mi abrazo y mi cariño, amigo.
Muchas gracias, María Jesús, por tus palabras. Recibí tanto cariño de ella como me gustaría dejar en mis nietos. Cada año que pasa se nota en el cuerpo, pero no tengo motivos de quejas, sino para dar gracias a Dios por mi vida.
EliminarUn fuerte abrazo.