Dame una línea recta, una
simple línea recta
y construiré para nosotros
un hogar
donde nuestro amor encuentre
su acomodo
y nos alumbre la intemperie
del cada día.
Quiero edificar para ti la
casa de nuestros sueños,
de esos sueños comunes que
nos definen:
líneas sencillas, diáfanas
que se asemejen a nuestros
caracteres
y a los rudimentos de las
querencias compartidas;
nada barroco, tampoco plateresco,
líneas rectas y ángulos
rectos, doblar y plegar
como múltiplos de una
sucesión.
Cuatro trazos y tendremos el
esquema
de un paralelepípedo con la suficiente
altura
para las dos plantas que
imagino.
Dame también un triángulo;
no, mejor otra recta
de la que en tres trazos y
ciento ochenta grados
proyecte la cubierta a dos
aguas de nuestro hogar.
Dame una tercera línea
recta, mi amor,
y trenzaré para ti una
quebrada
que de acceso a la planta
superior.
Aunque la geometría del
corazón
sea un complejo trazado de
vasos comunicantes,
nuestro nido de amor se
basta y se sobra
con rudimentos geométricos.