En
mi pecho todavía late
tu
voz.
AMELIA DÍAZ BENLLIURE
Por tu sonrisa entreabierta,
siempre apaisada,
en esbozo asimétrico,
un derroche de ternura
que esponja la dureza del
camino
e invita a la fiesta de lo extraordinario,
desde lo cotidiano al
paraíso.
Guardados los aperos
en el reposo nocturno,
hasta el sudor del día
siguiente,
entre tus manos callo-sarmentosas
un libro con el que
inducirte a soñar.
En mi retina de niño,
tu contagioso gusto por la
lectura,
tu fantasía paralela al
terruño,
tus sueños, tu voz y tu
apacible ternura.
Tu voz, padre; tu ejemplo
ayudándome a memorizar
a Gabriel y Galán y a
Espronceda;
de tu inoculación, mi vida
de lector
y, por simpatía,
la de mis hijos y nietos.
Tu ejemplo, padre, semilla
que germina.