A
Arantza Guinea
En el autobús,
un largo recorrido como
destino
y un libro entre las manos
con el que navegar la
travesía
por aguas muy conocidas.
Asientos enfrentados,
reservados
para personas con movilidad
reducida.
Enfrente, un bebé en el
regazo materno
juguetea con las manos que
le abrazan.
De repente, un lloriqueo
me invita a levantar la
mirada de la lectura
y la criatura succiona la
teta con fruición.
Para la cría no hay hora. Es
la hora
y encuentra la despensa
presta
sin importar la intemperie
de las miradas.
Vuelvo a las páginas de
“Zapatos de tacón de aguja”
y me envuelvo en otra
fantasía;
“fumando la vida,
miro hacia adelante y el futuro me espera.”