La muchedumbre se confunde
sin delimitar sus líneas
al final del espacio infinito.
La luz ha perdido vigor
y las sombras se expanden
con el inconfesado propósito
de dominar en la oscuridad.
Han huido los pájaros,
también los niños dejaron en silencio
los columpios y el tobogán,
como arroyo reseco y mustio.
Los insaciables saturan bares y cafeterías
y el comercio languidece
bajo las luces de neón
y las escenas mudas de los escaparates.
El recogimiento se ve interrumpido
por el tráfico rodado,
mientras un patinete hace eslalon por la acera
sobresaltando a los escasos viandantes.
Al llegar a casa, todos uniformados:
una cena frugal ante el televisor
y el sobresalto del noticiero
tintando de luto nuestros corazones.