El primer arma fue
una quijada de asno,
con la que Caín le
atizó, como un burro,
a su hermano Abel;
luego aprendió el
hombre
a tallar el sílex y
de tal dureza y filo
nacieron hachas,
lanzas, arpones,
arcos y afiladas formas
de matar.
Todavía tenía que
aparecer el acero
y la humanidad se
ensangrentó
en rudas e
intestinas batallas,
y de tales tinturas
se impregnaron
los nombres de
algunas espadas
y hasta pasaron al
canon de la historia:
Tizona, Excalibur,
Lobera…
Con nombre o bajo
anonimato,
la saña del hombre
contra el hombre,
cada día con mayor sofisticación.
De aquellas
fundiciones, de aquellos temples,
y de la desinencia
acerada de tanta violencia,
el nombre bélico
familiar que acarreo,
a pesar de ser
Espada que ni pincha ni corta.