Hay quien habita tan para sí
como sótano húmedo y lúgubre,
donde jamás entra el sol
y la alegría es un derroche
que ni tiene espacio
ni la menor mención
en la lista mensual de las compras.
Quien no comparte
no puede tener seguridad,
no sabe, a ciencia ciencia,
si el sol amanecerá mañana
o es tan solo un ardid
de las promociones del turismo.
Sótano húmedo e inhóspito,
al que se accede por la escalera
de unos labios henchidos
de sí mismo
que niegan el paso y el peso
de la cordialidad y de la cortesía.