Quienes me siguen desde hace tiempo, saben que sólo publico originales propios, pero hoy tengo un gozo especial en presentaros un cuento de mi hijo Carlos.
Érase
una vez una ciudad. Y en esta ciudad había una casa. Y en la casa vivía una
familia. Y la familia tenía dos niños: Andrey y Tatiana. Andrey era el hermano
pequeño, 7 años, mientras que su hermana ya tenía 12.
Esas
navidades recibieron una visita especial. Su tío Stepan vino de Moscú para
pasar la víspera de Año Nuevo con ellos. Andrey adoraba las visitas de su tío,
porque siempre le contaba muchas noticias e historias de la gran capital. El
Tío Stepan trajo un extraño paquete consigo, pero Papá y Mamá rápidamente
trataron de ocultarlo a los ávidos ojos de sus hijos.
Así
pues, el último día del año, disfrutaron de una espléndida cena juntos. Al
final de la cena Papá y Tío Stepan estaban tan contentos que incluso empezaron
a cantar algunas canciones tradicionales. Probablemente el ardor de sus
corazones se debía al fuego de la chimenea, el vodka y la compañía de los seres
queridos.
Para
Andrey y Tatiana la víspera de Año Nuevo concluyó con su Tío Stepan contando historias
sobre la capital, sobre extraños y remotos países y guerras antiguas pero no
olvidadas. Cuando Andrey se quedó
dormido cerca de la chimenea, Mamá decidió que ya era hora de que los niños se
fuesen a dormir a sus dormitorios.
A la
mañana siguiente, los niños se despertaron muy temprano, no en vano había
estado esperando esa mañana durante mucho, mucho tiempo. Porque era el Día de
Año Nuevo, y nuevos regalos les estarían esperando en el salón.
Y así
era. Andrey fue el primero en despertarse y bajar de su dormitorio. En seguida vio
un paquete con su nombre, y nervioso, arrancó a tiras el papel de regalo.
- ¡¡Oh!! ¡Qué sorpresa! ¡Es fantástico! – exclamó.
Había
recibido una caja con diez soldaditos de plomo, vestidos con uniformes de
soldados del siglo XIX, y una caja de pinturas con muchos colores para
colorearlos. E inmediatamente se puso a jugar con sus nuevos soldados.
Tatiana recibió un regalo diferente. Era una
bonita caja de música, con la figura de una bailarina. En la caja sonaba una
maravillosa melodía (“Oh, Tchaikovsky”, dijo Mamá) mientras la bailarina se movía
alrededor de ella girando y levantando sus piernas graciosamente.
Tatiana
estaba encantada. La cajita de música era preciosa, y además tenía un cajón
secreto “donde puedes guardar tus propias joyas”, explicó Mamá.
Los
niños no sabían (aunque Tatiana sospechaba algo) que la caja de música y los
soldaditos de plomo habían llegado junto con su tío en ese misterioso paquete.
Andrey
pasó todo el día jugando con sus nuevos juguetes. Le dio nombre a todos los
soldados, y les presentó a su capitán. Porque Andrey ya tenía a su Capitán.
El
juguete favorito de Andrey era, sin ninguna duda, el valiente soldado Igor
Nevalyashkov. Había jugado con él desde que era un bebé. Igor Nevalyashkov, el
valiente e invencible soldado que siempre se recuperaba de sus heridas. No
importaba lo fuerte que le empujases, Igor siempre se volvía a levantar.
La noche llegó nuevamente, y después
de un largo día Andrey se fue nuevamente a la cama, pero no antes de guardar
cuidadosamente todos sus juguetes en el Baúl de los Juguetes, porque Mamá era
bastante inflexible con ese tema.
Tatiana puso su nueva Caja de
Música sobre el escritorio y también se fue a dormir.
Bien pasada la medianoche. Todo el
mundo estaba durmiendo. De modo que nadie podía presenciar los extraños
milagros que sucedían en el Baúl de los Juguetes.
Porque nuestros queridos Andrey y
Tatiana no lo saben, como también lo ignoran la mayoría de los niños. Pero sus
juguetes son mágicos. Y durante la noche, cuando nadie puede verlos, cobran
vida.
Because our dears Andrey and Tatiana don’t know it, like most of
children ignore. But their toys are magical. And during the night, when nobody
can see them, they become alive.
Igor Nevalyashkov pasó revista a
los nuevos reclutas.
- Buenos
chicos - pensó – Aquí tenemos una magnífica patrulla.
Pero de repente Igor fue distraído
por un sonido extraño. Una música venía del escritorio de Tatiana. Y
naturalmente, se acercó a ver qué pasaba. Pero no estaba preparado para ver lo
que vio.
Moviéndose con la música, Igor vio
la criatura más bella y maravillosa que había visto jamás en toda su larga vida
(considerando la vida de un juguete).
En el escenario del teatro imitado
en la decoración de la caja de música, como si fueran las tablas del mismo
Teatro Bolshoi, una sola bailarina danzaba.
Estaba vestida por completo de
blanco, blancas medias y un níveo tutú. Pelo negro intenso, peinado en un moño,
más oscuro que un carbón en una mina profunda y oscura. Una figura graciosa y
delicada, finas piernas y estrecha cintura. Igor nunca podría haber imaginado
que brazos y piernas pudiesen moverse con esa gracia, siempre bailando al ritmo
de la música.
Su piel era incluso más delicada
que la fina Porcelana Imperial de los Zares. Y una enigmática sonrisa estaba
pintada en su rostro.
Igor no pudo articular palabra
hasta que acabó la música. De hecho, estaba tan aturdido que no pudo pronunciar
ni una sola palabra esa noche.
Pero a la noche siguiente volvió a
la caja de música, a disfrutar nuevamente del espectáculo. Cuando terminó la
música se atrevió a preguntar
- ¿Cuál es tu
nombre, dulce cisne blanco?
Ella rió, divertida, pero
desapareció al cerrarse la tapa de la caja, como cuando se cierran las cortinas
del teatro cuando acaba el ballet.
Desde ese momento, Igor no pudo
pensar en otra cosa que en bello Cisne Blanco que veía bailar cada noche.
Los días pasaban, y Andrey seguía
jugando con sus soldados, capitaneados por el valiente Igor. Pero, de repente,
un día, cuando Andrey jugaba a reproducir una de esas batallas que su tío le
había contado tantas veces, Igor Nevalyashkov cayó y no pudo levantarse solo.
- ¿Qué te
ocurre? ¡Igor, en pie! ¡Vamos! – dijo Andrey. – ¡Te necesitamos, estamos
perdiendo la batalla!
Pero Igor no se levantó.
Andrey habló a su padre esa tarde,
lloriqueando.
- ¡Papá, no
sé lo que le pasa a Igor! ¡No se levanta! ¡No lo entiendo!
- Está bien, Andrey,
déjame que le eche un vistazo…
Papá examinó el juguete
concienzudamente, pero no pudo encontrar nada extraño o fuera de lo normal en él.
- Andrey, no
sé lo que pasa, pero ahora el juguete pierde el equilibrio y no se puede
levantar. No sé por qué… Quizá hay algo roto por dentro.
- ¡Pero no es
justo! ¡Yo quiero que funcione como siempre!
- Lo siento,
hijo mío, pero estas cosas ocurren. Todos los días hay juguetes que se rompen.
Pero no te preocupes, pueden sustituirse por otros nuevos. Y tienes un nuevo
pelotón de soldados para tus juegos.
Y así sucedió que el viejo y
valiente Igor Nevalyashkov, experimentado veterano de guerra, imbatido en mil
batallas, perdió su equilibrio y no pudo levantarse solo de nuevo.
Como un buen soldado, había sido
preparado para resistir. Gran barrigón y un centro de gravedad bajo. Sin
cerebro, para obedecer todas las órdenes sin pensar, y sin corazón, para ser
capaz de matar en un abrir y cerrar de ojos, sin remordimientos.
Pero cuando Igor empezó a albergar
sentimientos sobre la bailarina, empezó a perder su equilibrio. Día tras día
sus sentimientos crecían, y su corazón se hacía más pesado. Y esa fue la razón
por la que un día no pudo volver a levantarse.
El viejo y valiente Igor
Nevalyashkov, soldado, veterano de Guerra. Derrotado por el amor.