Fotografía de Antonio Jesús Rueda |
El día está cansado,
demacrado;
su pulso tibio ya languidece
y se recoge bajo sus propias
sombras
mientras se dilata hacia el
oeste
con sus ojeras azuladas,
esas que se mimetizan en el
horizonte
hasta desaparecer
sedientas de luz.
Es el tránsito de cada día,
aunque no hay dos idénticos
sino todos ellos similares.
Como tú, como yo, como el
pescador;
cada uno con su identidad,
como los brochazos del
pintor
que tinta grandes decorados.
Así se abre el paréntesis
hasta la nueva aurora,
un “to be continue”
con las peculiares
pinceladas
del nuevo alumbramiento.
Que llegue, que llegue la
alborada,
y que mis ojos encuentren la
luz de los tuyos
o la lámpara de tu boca
donde ahogar la sed
que desde ya me atormenta.