Un punto y seguido
entre la última hoja del
calendario
y el nuevo almanaque, un
relevo en el clavo
donde clavar el pasado
y colgar el futuro preñado
de promesas
que se volverán a incumplir.
Así es la Nochevieja:
un atentado a nuestra
integridad física
que se ingiere por la boca
y tardará cuarenta y ocho
horas en ser evacuado
y borrar las secuelas;
más o menos el mismo tiempo
que tardan las promesas y
buenos deseos
en descongelarse
y derretirse por el sumidero
del olvido.
No prometo nada, lector,
mas por mi propio interés
deseo, de todo corazón,
razón para evaluar
y fuerzas para cambiar lo
trasnochado y gris
en lumínica pincelada firme
que abocete una nueva
actitud ante la vida,
un camino que lleve a la Esperanza:
menos quejas y mayor
compromiso social,
menos compostura y mayor
eficacia,
menos justificaciones y
mayor presencia;
donde el otro tenga tendida
su mano
que se agarre la mía
para gritar juntos contra las
injusticias,
las esclavitudes y por la
paz.