¿Y si la brisa de junio se
olvidase del fuego,
si no recordase hacia dónde
camina
y en noche inesperada esparciera
copos de nieve
en lugar de música de
ventilador?
¿Y si nos mandara una
lluvia de pétalos de jazmín,
o de fragante dama de
noche,
o de festivos y coloridos
papelillos de amores?
¿Imaginas una caladera de
papelillos de colores?
Ya puedo verlos. Están presentes
todas las gamas.
Todos los colores. ¡Mira,
amarillo verdoso
tirando a pajizo, rojo,
violeta, como lo es mi espera.
Oigo el murmullo arrebolado
de su risa de nácar,
esa alegría como torrente
en caída, animosa y jovial,
esa alegría contagiosa que
añoro a todas horas.
Oye cómo sopla, cómo
anuncia su llegada
y cómo me solivianta esta
larga espera.
Quiero mecerme en el hilo
de su sonrisa,
quiero atarme a él y por la trama,
por la intrincada urdimbre,
llegar a ella
y ser presencia en muy impaciente
espera.
Quiero anudarme a su
capricho
y anonadarme a su cuello o
a la solapa de su blusa,
para habitar su cercanía y
alimentarme
de sus limosnas de amor.
¿Y si yo me olvidase que
hemos sobrepasado
con creces el cuarenta de
mayo?
¿Y si el fuego de su boca
fuera la brisa
que remanse el ardor de mi
cuerpo?