Había en el fondo del mar,
anclada al pecho de una
madre
y al de un pueblo,
una bolsa de desesperanza
que ya había dejado de
latir.
Lo frecuente es que los
fondos marinos
oculten tesoros y
reliquias insospechadas
o alguna cuaderna de un
viejo naufragio,
pero un corazón de coral,
una sirenita dormida
solo llega por la rabiosa
baba de celos
de un ególatra soberbio
que solo se ama a sí mismo
y desprecia a su propia
sangre.
Nos quedamos sin tan
siquiera
un fragmento de esperanza,
un hilo con el que trenzar
la arboladura de un feliz
segundo hallazgo.
El desamor, a veces,
toma por la trocha de lo
inverosímil
y nunca llega a puerto
sino que embarranca
en lo más negro y fétido
de la podredumbre humana.
Hay otra gema, otro coral,
otra piedra preciosa
de la misma estirpe, cuyo
rumbo
siniestro y desconocido,
aún no ha sido presencia
descorazonada;
pero ya hemos padecido
un ácido desconchón en el
alma.
En ninguna otra especie animal veo casos tan crueles. Una sociedad que engendra monstruos debe andar enferma.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Son muchos los síntomas, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Me uno a esta sentida entrada. Sin esperanzas y con el corazón partido. No puedo quitarme de la cabeza a Beatriz, su madre...
ResponderEliminarHas reflejado muy bien lo que sentimos todos.
Saludos.
Muchas gracias, Mari Carmen, necesitamos manifestar que estamos muy lejos de tales actitudes.
EliminarUn abrazo.
Hemos aprendido que hay otro modo de violencia, que es terrible, se le llama violencia vicaria, ya que lo sabemos, tenemos que aprender como combatirla, esto es lo más importante y no esos programas de televisión que abusan de imágenes indecentes y que se van de rositas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esta forma de tormento resulta inimaginable, pero es cierto que hay gente capaz de cualquier cosa.
EliminarUn abrazo.
Me has estremecido de nuevo.
ResponderEliminarEs inhumano tanta maldad: hienas para su propia sangre.
Maravilloso homenaje al que me uno.
No se puede entrar en razón con actos de esta calaña, Tracy.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco. Horrible, como un padre puede matar a sus propias hijas con tanta maldad para causar daño a su madre. No me salen ni las palabras por la crueldad que se ha visto. Quien comete estos crímenes no son padres, son asesinos barbaros y deshechos humanos.
ResponderEliminarAbrazos
Esto pone de relieve que necesitamos educar y educar, Isa.
EliminarUn abrazo.
Descarnado poema que muestra la oscuridad que podemos tener los llamados "humanos" en nuestro interior. Nada que agregar. Profunda tristeza. Un abrazo Francisco
ResponderEliminarGracias, Eli, por tu silencio.
EliminarUn abrazo.
Todavía estoy impresionada por un hecho tan cruel cómo inhumano.Pobres niñitas inocentes que final tan terrible han tenido.Me uno al dolor de esa pobre madre ya muerta en vida.Saludos
ResponderEliminarAfortunadamente somos muchos los que nos sentimos alarmados.
EliminarUn abrazo, Charo.
Frente a la barbarie y la atrocidad de este hecho. Hoy me encuentro con unas palabras llena de poesía. No se puede escribir de forma más bella, todo lo que has sentido en tu noble corazón.
ResponderEliminarSeguro que esa madre, con el corazón destrozado, le gustaría conocer ese hermoso poema que le has dedicado.
Besos
Es posible, pero no es mi intención molestarla. Ya tiene suficiente y para siempre. Es digna de compasión. Muchas gracias, Antonia.
EliminarBesos.
Se queda uno sin palabras, Francisco, ante tan fría, bárbara e inhumana crueldad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto, Rafael. He sentido tanta rabia que tuve que escribir sobre ello para sentirme mejor.
EliminarUn abrazo.
Que triste.... Saludos amigo.
ResponderEliminarDe muy difícil calificación, Sandra.
EliminarUn abrazo.