Selfie.
Por clamor popular, selfie,
como notoriedad estúpida
de un brazo en escorzo fingido
que se alarga anónimo
por el rincón invisible,
mano ejecutora
que dibuja deformidades,
y quieren ser festivas;
autorretrato que se echa el capote
sonoro del anglicismo
y se reviste de burla con dedos en uve
y gestos absurdos que transmiten estulticias.
Por clamor popular, selfie,
como notoriedad estúpida
de un brazo en escorzo fingido
que se alarga anónimo
por el rincón invisible,
mano ejecutora
que dibuja deformidades,
y quieren ser festivas;
autorretrato que se echa el capote
sonoro del anglicismo
y se reviste de burla con dedos en uve
y gestos absurdos que transmiten estulticias.
En el trasfondo,
─oculto tras el flash repulsivo
de notoriedad opaca─
corruptores y corruptos
abriéndose paso en la normalidad anómala;
tras un segundo plano
de sus encubridoras vergüenzas;
la palabra del año, la notoria palabra del año,
la alargada sombra de la corrupción,
esa fiel sirviente de nuestro íntimo ser
que, disimulando serlo,
está en los entrantes, en el plato principal
y hasta en el postre.
Cuando la moral se dilata
y la ética se transfigura de estética,
nos asola la decrepitud
de una sociedad
que enfoca ─brazo estirado─
un autorretrato con los despojos de los eufemismos:
Selfie.
y la ética se transfigura de estética,
nos asola la decrepitud
de una sociedad
que enfoca ─brazo estirado─
un autorretrato con los despojos de los eufemismos:
Selfie.