Un breve repaso por el balance de la
prensa de estos días nos da idea de lo efímera que es la gloria terrena y sus
pompas. El simple ejercicio de la vida se ha llevado para siempre a tres de los
padres de la Constitución Española de 1978: Manuel Fraga, Santiago Carrillo y
Gregorio Peces-Barba. No creo que fueran ellos a quienes necesitamos ahora,
además de ser imposible, pero sí a gente que como ellos tuvieran esa misma
convicción de que tenemos la necesidad de conseguir acuerdos para hacer de la
vida un lugar de convivencia y no de confrontación.
Los cómicos y la farándula también han
perdido a un número considerable de ellos, empezando por el director Gustavo
Pérez Puig, y siendo por actores como Quique
Camoiras, Paco Valladares, Pepe Rubio, Juan Luis Galiardo, Carlos
Larrañaga, Sancho Gracia, Tony
Leblancc, Emilio Aragón, Miliki,
sin que por ello haya quedado la escena baldía y lacrimógena en su orfandad. De
vez en cuando, programarán algunas de sus películas en televisión y serán
recordados con algo de nostalgia por algunos de sus coetáneos, pero eso es
todo: una efemérides de una tarde de sobremesa.
En los anales de la
historia quedará Neil Armstrong como el primer hombre que puso el pie en la
luna, pero simplemente con una breve reseña en los libros de texto, algo así
como lo que hoy representa Colón, Viriato o cualquier otro personaje del
pasado. De forma similar, los textos de Carlos Fuentes y Agustín García Calvo
les harán presentes en las bibliotecas, pero no a ellos, sino a lo imperecedero
de ellos, a sus obras; así como le ocurrirá a Antonio Mingote en las
hemerotecas, donde sólo está la chispa de su trazo ocurrente.
A Enrique de Melchor,
como le sucedió a su padre, apenas le recordarán algunos flamencos durante un
periodo bastante corto; mientras que a José Guardiola ya lo habíamos olvidado
en vida. A Juan Carlos Calderón le ha de suceder tres cuartos de lo mismo: ya
no lo canta Mocedades, ni Camilo Sesto, ni Nino Bravo, ni Paloma San
Basilio… pronto será silencio.
Sólo Chavela Vargas; sólo La
llorona, nos dará motivos para seguir
recordándola, dado que el panorama no está para otra cosa que para seguir
llorando.