Manuel recoge colillas por las
calles, algo que me recuerda a viejas películas en blanco y negro de ese cine español
que tenía más de realismo social en cuanto a imagen que denuncia. Manuel se
queja de la lluvia que todo lo deja impoluto, salvo cuando se desmadra y no hay
cauce ni alcantarillado capaz de soportar tanto caudal. Nunca llueve a gusto de
todos, nos explicaron y hemos interiorizado en base a los lustros vividos a los
que llamamos experiencia. Manuel —decía—
recoge colillas para apagar con la pequeña ascua muy cerca de los labios esa
sed que se le ha convertido en vicio, un vicio que no se puede costear. Manuel
es un “sin techo”, un homeless dicho
más finamente. Como el lenguaje es arbitrario y admite tallas grandes,
figurines imposibles y otras entalladas, lo admite todo hasta pervertirlo casi absolutamente;
pero Manuel sigue teniendo necesidad de fumar porque le inocularon el vicio
desde los primeros cigarrillos con el venero que respiraba entre nicotina y
alquitranes. Sólo pide para café y tabaco y bendice las manos generosas que le
complacen.
Miro en el espejo del agua y
veo cómo las palomas se encuentran en situación bastante parecida a lo que debe parecerle a Manuel. “¡Esta
maldita lluvia lo ha dejado todo limpio!” No hay colillas —piensa Manuel—, no hay migas ni
restos de chuches de las que pierden los críos en sus locas carreras y sus juegos —pensarán las palomas— No lo son, pero las palomas están negras, como Manuel, de tanto desierto
inmaculado. Entre los adoquines, un pequeño charco donde seguir buscando, pero en
este sólo se proyectan las ventanas de los hogares donde otros que no son
Manuel deben estar tomando café y posiblemente fumando; también están ellas en
un duplicado incomprensible y aun más negras. Las sombras son siempre oscuras,
negras, negras muy negras, como la esperanza de Manuel en encontrar hoy alguna colilla
con la que apagar la sed de ese vicio que le domina por encima del hambre.
Y a mi me gustaría hacer entradas tan extraordinarias como esta de las cosas que cotidianamente vemos por las calles. Un fuerte abrazo desde Cáceres. Si entras en mi otro blog sabrás por qué estoy aqui.
ResponderEliminarNo te pases Felipe. Muchas gracias.
EliminarAbrazos
Hola, Francisco:
ResponderEliminarHace unos momentos dejó de llover, me asomo a la ventana y concidencialmente veo dos palomitas blancas picoteando en un charco a mitad de la calle y pienso que, tal vez, éstas si tengan alguna luz de esperanza y, no terminen como Manuel.
Un abrazo.
No me extraña, Rafael. Se trata de un hecho muy comùn.
EliminarUn abrazo.
La calle como único hogar y única despensa.
ResponderEliminarLa única diferencia entre ellos, es que las palomas están mejor adaptadas a las penalidades, a la escasez y a las pedradas.
Un saludo.
Tienes toda la razón, Cayetano. No siempre es visible el más frágil.
EliminarUn abrazo.
Algunos necesitan muy poco, sólo un cafe que les caliente el alma y poder echar humo y expulsar los malos pensamientos, y que no llueva, que moje el poco tabaco que dejan los demás. Muy triste esta historia callejara, de tantas, para este domingo soleado. Un recuerdo para Manuel y otro para tí. Saludos.
ResponderEliminarManuel es hoy casi tan numeroso como las palomas en la plaza.
EliminarUn abrazo.
Felicidades Francisco. Por el texto que es magnífico con su fondo estremecedor y por la linda fotografía que lo acompaña. Desde Gran Canaria un saludo caluroso como siempre. Ángel
ResponderEliminarGracias por tu afecto, Ángel.
EliminarUn abrazo.
Hacer lectura de lo cotidiano, es un arte que parece innato en ti,
ResponderEliminarPreciosa y entrañable historia,
Un abrazo,
En lo sencillo, en lo simple está también lo complejo.
EliminarUn abrazo.
Qué gran verdad esa de que nunca llueve a gusto de todos...
ResponderEliminarMira si no al pobre Manuel viendo reflejado el devenir de otros cuando él sólo anida la esperanza de que la lluvia no arrastre lo poco de placer que le queda.
Es triste pensar en lo poco que les queda a tantos,en lo mal encaminados que vamos todos hacia una indiferencia absoluta hacia todo lo que no sea de puertas para adentro...
Es grande tu entrada.
Besos.
Tus palabras suenan grandes en mis oídos, Marinel.
EliminarBesos
En la sociedad de hoy, en la que se mira al hombre por lo que tiene con la premisa de "tanto tienes tanto vales"; algunos, aquellos poderosos que hablan de que "hay que trabajar y ganar menos", verán una coincidencia entre "el sin techo" y las palomas, ambos son improductivos y además hacen daño, uno, a las arcas del estado, el otro, al patrimonio, los ven como ratas. Si, ya se que esto es inmoral, que incluso me arrepiento de haberlo pensado y haberlo escrito, pero hoy, en unos momentos de crisis, a eso situación es a lo que quieren llevarnos a casi todos, mientras unos pocos se llenan los bolsillos a costa nuestra.
ResponderEliminarTambién me llamo Manuel y tengo miedo, por mi y los míos, no quiero ser rata.
Un abrazo.
No pierdas la esperanza, Emmilio, ahí está la derrota.
EliminarUn abrazo.
Brutal, estremecedora y real historia contada de manera genial.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco.
Genial, Elena, es contar contigo y con tu afecto.
EliminarBesos
Una historia de algo cotidiano que la mayor parte de las veces nos pasa desapercibido. Las palomas por lo manos aprovechan para beber.
ResponderEliminarBuen día
Cierto, nos pasa desapercibido la mayor parte de las veces, pero es una realidad que está en la calle los días de lluvia, los días ventosos, los días calmos y los calurosos, constantemente.
EliminarUn abrazo
Estimado Francisco, creo que en tus ojos tienes una Leika que fotografía al instante y con precisión matemática todo cuánto ve y siente. Después las imágenes pasan directamente a tu cerebro, de éste a tus manos y el proceso finaliza en el teclado.
ResponderEliminarTodo un proceso cuyo resultado ha sido este post genial.
Felicidades. Y a ver si algún día me prestas la Leika.
Un abrazo.
¡Qué bonito me lo has dicho, José Luis! Gracias por desvelar a todos el proceso creativo. La Leika, la Canon, está al alcance de todos: depende de la forma de mirar.
EliminarUn abrazo
Buenasssssssssss!!! Mal vicio el del tabaco... provoca dependencia pero todo es mental... habrá que controlar la mente. Besos mil primo.
ResponderEliminarComo ves, prima, hay vicios que matan.
EliminarBesos
Es una imagen cotidiana muy triste y muy repetitiva, cada día hay más Manueles por esas calles, nos acostumbramos a verlo, malo, malo, es como si la cosa más normal del mundo fuera eso, a mi se me encoge el alma, lo dejaremos de ver algún día? Eres muy observador y lo describes muy bien
ResponderEliminarBssss
Gracias por tu consideración, Rita, que tanto te agradezco.
EliminarBesos
Así es, el lenguaje ha buscado en ese color la representación de la miseria, la desgracia y la pena. Hay mucha gente pasándolo mal, viéndolo todo NEGRO. A veces una moneda, un cigarrillo, una palabra de aliento, incluso una mirada comprensiva, atenúa tanta sombra. Y no cuesta nada.
ResponderEliminarUn saludo.
Esto que me dices me hace sentir orgulloso de lo que he dicho. No por lo que he escrito, sino por la reacción y el análisis que todos vosotros habéis hecho.
EliminarUn abrazo
Nos dejas un retrato urbano común pero a la vez único según ha salido de tu pluma.Mendigo y paloma unidos por un problema ocasionado por la lluvia,nunca lo hubiera visto así.Mi enhorabuena por tu flash.
ResponderEliminarSaludos Francisco
El problema del mendigo es repetitivo y está en la calle esperando a que le veamos; la fotografía la tenía en el archivo de imágenes y he barajado las palabras con las que acompañar a uno y otras. Gracias, Jerónimo. Opinar y condolerse del otro también es ser comprometido cooperante.
EliminarUn abrazo
De alguna manera me has recordado al episodio de mi padre en la guerra mundial. El hombre buscaba colillas para poder fumar ya que no tenía ni para comer. Lástima que en un momento de "no guerra" pase exactamente lo mismo.
ResponderEliminarBss
Pero hay una diferencia muy fundamental, Katy, en caso de guerra no se llega a esa situación por degradación personal, sino a unas consecuencias negativas por causas colateralares.
EliminarBesos
Estimado Francisco.
ResponderEliminarTu comentario me ha llegado a mi antiguo blog Desde el Infierno, pero
no llegas tarde, ni mucho menos. Aunque en el infierno sí que he apagado las calderas. Pero sin embargo puedes encontrarme en DESDE EL CIELO.
TOMA NOTA DE SU URL:
http://devalerodesdeelcielo.blogspot.com/
Un cordial abrazo.
Hola Paco, muy observador. Precioso relato aunque muy duro.
ResponderEliminarAsí es la vida. Unos se conforman con las migajas, y otros son tan avaros que ni con el desahucio de los hogares se quedan satisfechos, si no. que aun tienen que seguir estrujando a las pobres familias hasta asfixiarlas.
Como tu muy bien dices:"" Las sombras son siempre oscuras, negras, negras muy negras, como la esperanza de Manuel en encontrar hoy alguna colilla con la que apagar la sed de ese vicio que le domina por encima del hambre""
Qué triste que se tenga que llegar a esto.
Saludos y besos para ti y tu esposa
Me gusta mirar el lado humano, la dignidad de las personas. Gracias, Isa.
EliminarBesos
Estremecedor tu relato .. pobre Manuel y pobres palomas .. Lo más duro es que hay cada día más gente así.. y sin visos de mejorar ..
ResponderEliminarMe ha encantado tu manera de describir algo tan descorazonador..
Un abrazo
Cualquiera de nosotros podría caer en desgracia. Miro a estas personas con la misma dignidad que me gustaría que me miraran si yo acabara en la calle. Hoy son muchas las personas y familias que acaban en la calle después de una vida de normalidad.
EliminarUn abrazo