Era una sonrisa como una trinchera,
detrás se sentía segura y a salvo.
Su gestualidad sobreabundante
era como lances a cubierto
que no le ponían en riesgo.
Era el centro de todas las miradas,
la envidia de la mayoría absoluta
a la que tantos aspiran y no llegan,
el espejo donde se refleja la envidia.
Nadie sabe cómo siente, como padece,
si acaso también sufre como tantos.
Pero su sonrisa y su belleza son
verdadera y rotundamente imperdonables.