Alójame en la vecindad de tu
reposo,
lo suficiente cerca para
cuidar de ti,
lo acertadamente lejos para
no romper
el recato y la intimidad
debida;
pero sí, alójame donde pueda
verte,
olerte, escucharte y en
ocasiones hablarte.
Seré una sombra callada, una
vigilia
expectante como vela en
palmatoria
siempre de guardia sin
urgencia a participar;
sólo quiero pintar para ti
una atmósfera
segura en los momentos de
tinieblas. Luz,
un poco de luz para tu
desasosiego,
una mano serena para tu
pulso agitado,
una voz queda para susurrar
ensoñaciones
y una sonrisa apaisada para
tu despertar.
Alójame en la vecindad de tu
reposo,
¿no ves cómo ya tengo
dispuesta la maleta?