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05 marzo 2020

ATURDIMIENTO




Me sentía muy aturdido:
apagué el ordenador,
cerré el libro y salí de casa buscando aire
como quien trata de salir de sí mismo.

Te encontré en el parque
─entre la umbría arbórea─
en arropada compañía femenina;
te pregunté, te inquirí, te interrogué,
pero guardabas silencio pétreo.

Sentí frío ante tu marmórea presencia
como si se me deshelara el ánimo;
permanecías impertérrito, callado,
en profundísima silente pose;
se agudizó mi angustia
mientras unos jóvenes retozaban
ufanos sobre la hierba.

Regresé abatido. Ya en casa,
encontré tu voz impresa que me decía:
“Volverán las oscuras golondrinas…”
Entonces pude comprender
que esto mío es pasajero.

08 junio 2019

MONUMENTO A LA TOLERANCIA





Lo profundo es el aire.
EDUARDO CHILLIDA


Trabajar en un hotel es como pasear el mundo
desde un punto fijo.
Como tantos otros personajes, en Madrid,
─entre miles de incógnitos huéspedes─
Eduardo Chillida, con su inequívoco porte de chicarrón del norte
y sus manos de obrero manual;
enjuto, erecto, algo combado,
hablaba de “lo profundo del aire” en su obra
y de la importancia del volumen y los vaciados,
formando un todo abigarrado y táctil
más allá de las formas definidas.
Cambié de aires en vísperas de la Expo’92
y él también vino a Sevilla a plantar
en el Muelle de la Sal
el Monumento a la Tolerancia:
una mole de hormigón que abarca todo un profuso volumen;
en esos brazos curvados de hormigón,
donde se representa la reconciliación con el viejo Sefarad,
expulsado por edicto real en 1492,
y cuyo espacio aspira a alcanzar y melar, desde el ayer al hoy,
los profundos sentimiento y enjugar las lágrimas
de todas esas generaciones con un credo intolerante.