Busqué y finalmente
seleccioné la
arcilla,
la amasé con agua y
sudor,
la dejé reposar un
sueño creador
y se fue perfilando
en mi mente
la estructura y las
formas soñadas.
De ahí pasó a mis
manos
como impulso, sin
saber muy bien
cuál era el bosquejo
definitivo
y acabó tomando
vida en semejanza,
como todo universo
artístico
con el que el
hombre emula a la naturaleza.
Yo vi cómo nacía,
cómo una mano
misteriosa
dirigía mis
movimientos
como guiados por
impulsos irrefrenables,
y me dejé llevar, y
tembló mi voz
cuando de aquellos
labios de barro
quise escuchar el
tartamudeo
de un sincero
agradecimiento.