Como una diosa:
su frente nos es altiva,
pero sí el frontispicio
desde donde nace el todo
y se distribuye
armónicamente.
Sus ojos, fuentes de luz,
faros que proyectan el
camino
e imprimen dulzura al óvalo;
de su cabellera bajan ríos
caudalosos, meandros y
remolinos
que le imprimen movimiento
En su nariz, menuda y
armónica,
─como
dibujada─
concentración de todos los
aromas
y todas las fragancias,
conjunción de almizcle,
vainilla y canela.
Su boca, fuente que nunca
sacia,
y su sonrisa, la ola, la
resaca
que socava la arena bajo mis
pies
y me hace perder el
equilibrio.
En su barbilla, el
precipicio…