Mantengo el pulso,
─a veces acelerado─
y respiro conteniendo el
aliento
temeroso que el aire que
exhalo
llegue a ti
y haga en tus adentros
un amasijo infecto.
Es como una ausencia frente
a frente,
una burla al sentido de la
vista,
un profundo temor al tacto.
En otro tiempo,
descubríamos nuestras
topografías
palpando cada centímetro con
avidez.
Estás ahí, al otro lado de
mi cuerpo,
en distancia de miradas y
ternuras
descatalogadas
como viandas caducas.
Nos miramos y simulamos
estar bien
para no inquietar al otro,
pero este encierro
acabará por desdibujarnos
las sonrisas
y quién sabe si hasta la
habilidad
de entrelazar nuestras manos
como cuando éramos
adolescentes.
Ciertamente las distancias comienzan a instalarse también en el hogar. Dichoso virus.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco. Cuídate.
Después de esta largo encierro y sin saber dónde está la salida, nos tenemos que colmar de paciencia para no desesperar.
EliminarUn abrazo.
Indudablemente algo cambio en nuestras vidas y el temor nos invade cada día, pero tengo la esperanza, que volverán esos abrazos y serán más sentidos. Un abrazo.
ResponderEliminarLa habilidad de entrelazarse las manos no se pierde nunca.Saludos
ResponderEliminarNo puedes decir eso, ¿y si Pepita te lee¿ La preocuparás.
ResponderEliminarMe encantó lo que dices fruto d un amor profundo.
Un abrazo