La mañana ha despertado
a toda premiosamente.
Lo que hace un momento
eran tinieblas desperezándose
ahora es plata reluciente
y destellos que llegan hasta el infinito.
La luz va dando vida
a cada ser inerte,
y hasta se hacen movimientos
detrás de cada bostezo.
El aroma que sube del jardín
ya tiene formas concretas
y hasta se aprecian los canales de riego
por la anchurosa sonrisa de la mañana.
Las pomas del geranio un estallido carmesí,
como un bello azoramiento
entre el vigoroso verdor de sus ramas.
Del jacinto chorrean infinitas
cadenetas de un blanco purísimo
que se abajan ofreciéndose
y buscando una tierna mirada.
En un rincón recóndito,
fuera del alcance desde mi ventana,
un magnolio penetrante
cuya personalidad se escribe en mayúsculas
y su trascendencia alcanza
lo impenetrable.
Junto al arroyo, entre los sauces,
música de viento entre el guiño de sus hojas,
tornasolados como caricias.
Avanza la claridad premiosamente,
hora de incorporarse
a la plenitud del nuevo día.