Lluvia de hojas,
viento silabeante y racheado,
libros deshojados,
despojados,
despeinados por el viento
como vaporiza la memoria
la repoblación de los días,
los anaqueles de los meses y
los años
y el orden se hermana con el
caos,
olvidando la fragancia
virginal
o lacre desportillado.
Unas yemas fueron tus
inicios,
─unos palotes tímidos─
un balbuceo de letras
y tachaduras correctoras
o algún borrón imprudente.
Verde luminoso, intensidad
paulatina
que dieron paso a un in crescendo
para una caída más
pronunciada.
Desnudez en la arboladura;
voló el sombrero: el ala, la
cinta, la copa…
la memoria de los libros
hizo mudanza
y el suelo es una alfombra
que gime a cada paso.
Así es el otoño:
un despoblado en régimen de
inquilinato.