31 julio 2011

ALFARERO

Es el principio,
es el boceto
de la primitiva forma;
entre los dedos divinos
del perfil primero
-aún sin soplo-
paréntesis hacia la vía
de la que surgirá la vida.


El barro es la premateria
que culmina el tiempo,
el dúctil arquetipo del día sexto.
Cuando el alfarero
trabaja el barro,
sus dedos parecen
buriles desgajados
de las manos de un dios menor
que juega a crear otro universo.

30 julio 2011

EL PEQUEÑO FILÓSOFO

Hoy me he topado con un filósofo de lo rural, una de esas personas que en la sencillez de sus palabras todo lo reviste de un halo de misterio y una base científica enraizada en la observancia de la naturaleza. A pesar de que muchas de sus afirmaciones son deslavazadas, la trabazón de sus argumentos siempre remite a esa observancia de la que se siente testigo, aunque evidentemente no tiene respuesta para todo.


Como paradigma del origen universal tropieza con el tópico del huevo o la gallina y termina asegurando que todo dimana de la nada, la cual fluye y se transforma. Creo que ha debido oír algo. ¿Cómo puede fluir lo que no es y menos aún transformarse, cuales son los pasos y el principio generador? Quise hacerme una idea, darle forma a cuanto le escuchaba y mi rudimentaria imaginación no alcanzaba a intuir ese flujo de la nada autotransformable en vida. Ahora bien, se mostraba compasivo con el maltrato animal, contrario a la violencia machista, ejemplarizaba con los métodos selectivos de la flora y fauna y lo usaba como remedio y guía de la sociedad, ahora en absoluta decadencia por su alejamiento del mundo natural. Todo me parecía un sin sentido, mantenido por el mínimo de cortesía del encuentro fortuito y la conocencia desde la lejana infancia.

Pero en medio de la sarta de tanta doctrina infusa, dijo algo que me sorprendió y que me pareció muy aprovechable: “Me gusta ganar y que mi adversario no pierda”. Se colocaba en la primera línea de las oportunidades, de las que hablaba reiteradamente, pero vivía y dejaba vivir: de hecho no le ha ido nada mal en los negocios que ha emprendido. Seguramente su experiencia rural le ha enseñado también que no es bueno que el hombre esté solo y que únicamente compartiendo tiene futuro aprovechable el egoísmo innato del hombre. Algo positivo, una clara lección sí que saqué de este encuentro: todo el mundo tiene algo que decir, aunque no todos tienen quienes les escuchen.

29 julio 2011

MARBELLEANDO

No todos los días pueden ser de playa ni puedo hablar de comida constantemente. Por encima del atractivo de la playa existe una Marbella nueva y eternamente renovada que bien merece la pena vivir y disfrutar. Me había citado con un viejo compañero de instituto en el Casino, un encuentro que vendría a significar un repaso a ese tiempo que discurrió entre los 10 y los 15 años, un refrescamiento de la memoria lleno de nostalgia y de nombres largamente innombrados. Aquellos antiguos alumnos vamos a juntarnos en torno a una mesa en breve, de lo que daré cuenta en su día.


Salí de casa temprano y me fui a pasearla por el casco histórico con la mochila de mis recuerdos. Era media mañana; lo primero que me llamó la atención fue el gran número de jóvenes veinteañeros sentados en el suelo a lo largo de distintas calles. Todos ellos extranjeros, desinhibidos, en conversación animada unos con otros y ocupando espacios a la sombra. No es cuestión de falta de mobiliario urbano, pues los bancos cercanos estaban vacíos: debe ser sin duda una estética que como tantas otras cosas me han sobrepasado y por eso me llama la atención.


Por la plaza de la iglesia, el sonido del órgano invitaba por las puertas abiertas. El organista ensayaba piezas musicales que acompañaban a los no pocos orantes. Un momento de recogimiento, al tiempo que de éxtasis musical. El templo está lumínico, esplendoroso y ofreciéndose desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche: la para algunos ciudad de pecado mantiene una oferta de acogida religiosa como pocas ciudades.


Serpenteé por las viejas calles y allí estaban los viejos recuerdos, reviviendo en cada esquina las viejas historias de la infancia y juventud: la casa de los Mescua, la papelería Mata y los libros de texto, el primer bic que desterró al tintero y la plumilla, la peluquería de los hermanos Pérez, el desaparecido bar Mediterráneo y aquellos bocadillos de carne mechada que aún siguen presentes en el aroma del recuerdo, el cine Rodeo. En la Alameda los pasos perdidos, el futbolín, los juegos, los bancos, las esperas…   Ahora está instalada la feria del libro en la Alameda, como cada verano, una feria un tanto peculiar, pero en la que siempre es posible el encuentro con la lectura adecuada. Un rato de lectura en uno de los bancos ajustando el reloj a la hora de la cita; cerca el murmullo del agua en los surtidores de la fuente y la memoria haciendo lagunas en la lectura.


28 julio 2011

HAMBRUNA EN SOMALIA

Ya me he referido en otra ocasión a la fauna de mercadeo que se ofrece por entre las hamacas y tumbonas de la playa, pero no digo que se trate de algo novedoso, sino más abundante que lo fue siempre. Antes, hace ya muchos años, era frecuente encontrar al fotógrafo con un animalito a la caza y captura de los niños y de los bolsillos de los padres; ahora con la proliferación de cámaras digitales y las instantáneas de los teléfonos móviles han desaparecido los fotógrafos. También es histórico el heladero y el hombre de las patatas fritas y los refrescos. Me cuentan del hijo de un conocido que cobró el subsidio de paro y empleó en Mercadona el total de la paga en latas de refrescos para venderlos en la playa y salir de sus circunstancias con dignidad.

Lo que sí es novedoso son las chinitas que ofrecen masajes sobre tu misma toalla playera. Vienen provistas de unas cartulinas plastificadas en las que explican sus diferentes ofertas y especialidades. Hoy los más numerosos son los negros vendedores de vestidos, camisas, bikinis, pareos, bolsos, relojes…  No eres tú, es el mercadeo el que va en tu búsqueda a la parcela de arena donde te tuestas o te refugias del sol. He oído que los comerciantes de Benalmádena se quejan de los vendedores ambulantes y de la consecuencia económica en la merma de sus ventas y seguramente no les falta razón, aunque había que analizar si en las presentes circunstancias económicas comprarían en sus comercios todos los que ahora lo hacen en la playa.

El desembarco del hambre

La mayoría de esos negros vendedores –todos ellos subsaharianos- son somalíes y han llegado a nuestras costas huyendo de la hambruna endémica que padecen, hambruna reconocida estos días por Naciones Unidas -que no deja de ser la misma de siempre- consecuencia de la mayor sequía de los últimos 60 años, con la invariable pérdida de cosechas y ganado y la subida brutal del precio de los alimentos básicos. Somalia ha venido viviendo en una situación de continua inseguridad alimentaria, violencia y fragilidad durante los últimos 20 años. Por tanto, hoy hablamos de una emergencia dentro de un bucle que se traduce en un hambre masiva, brutal y letal que a todos nos debería conmover. Desde la hambruna de 1992, cuando ésta se cobró la vida de 300.000 somalíes no había padecido el país una catástrofe similar, aunque siempre en la paupérrima escasez. Parece que los dirigentes del mundo han encontrado trabas burocráticas para salir de inmediato al frente, pero los 11 millones de personas amenazadas por esta sequía en el Cuerno de África no pueden esperar más.

27 julio 2011

CARICATURAS

El paseo marítimo de Marbella es un hervidero al atardecer  –me cuentan que también a las 7 de la mañana con calzado deportivo- hasta bien entrada la madrugada. Restaurantes de muchos o de módicos tenedores para todos los bolsillos, tiendas de lo más diverso sin horario de cierre, heladerías y terrazas que incitan a sentarse, consumir y contemplar. Allí todos los tipos, todas las lenguas y todas las hablas: un Babel que discurre longitudinalmente y paralelo a la orilla, musicado con el eco reiterativo y monótono de las olas al romper.

Como todas las hablas, todos los colores y genéticas: una confusión de cuerpos que miran y se exponen a ser mirados; algunos vestidos de forma elegante, la mayor parte con la informalidad del lugar y la época, otros mostrando más piel que vestido. A lo largo del paseo, el malabarista de las bolas de luz, el mercadeo ambulante de los somalíes que huyen de la proximidad de los municipales a una señal que siempre me pasa desapercibida, pero que ellos deben tener codificada. Lo hacen a toda prisa portando la mercadería: bolsos de imitación de las grandes firmas, relojes que dan el pego; más allá la africana que ofrece su destreza en el trenzado del cabello o el artístico tatuaje temporal de henna, la rubia nórdica que te ofrece un vale por un mojito en el pub que promociona…


Hoy quiero fijarme en el caricaturista, una habilidad que me resulta envidiable y a la que nunca le falta clientela: dos trazos de carboncillo y ya ha fijado los ojos en la cartulina; otros dos y una amplia boca esbozando una sonrisa; un escorzo, y una deforme frente o barbilla o paquidérmica oreja le pone el punto grácil a la caricatura que ya está acabada.

26 julio 2011

LA PLAZA: OJÉN


Yo era un niño jugando a la alegría.
MANUEL ALCÁNTARA

Esta plaza de mis juegos infantiles,
esa alegría de vivir
la parsimonia del crecimiento
y el aprendizaje.
Allí los juegos,
allí el recreo, allí las escasas chuches
y el lento caminar
hacia el hoy.
Allí los paseos
y el enamoramiento fiel,
su pulso en mi mano,
las eternas miradas a los ojos
deletreándonos el alma.
Aquí, en esta plaza,
-transcurridos los años-
miramos el paso del tiempo,
de nuestro tiempo,
con plácida alegría.

La dama que ocupa el centro de esta imagen es la que habita en mi corazón desde siempre y para siempre.

25 julio 2011

VERANO DEL 56

Era el verano del 56; Pepito, el hijo de “el Jurel” me había invitado a dar un paseo en barca y nos fuimos hacia la Bajadilla. Su padre tenía una traíña fondeada en el puerto –entonces no hacía falta ponerle apellido al puerto porque el pesquero era el único- y lucía como de los barcos más hermosos y arrogantes del amarradero. Era ese tiempo en el que en las playas de Marbella se contaban por cientos las jábegas varadas en la arena esperando la caída del sol. Nos habíamos conocido en el San Ramón, jugando al fútbol, y resultó suficiente amistad para que me invitara junto a otros dos del barrio a conocer el barco del que comía y se sentía orgulloso; un barco de gasoil que resoplaba con su estela de diesel cuando al anochecer se hacía a la mar.

Entre las cuadernas del barco vivían viejas escamas enquistadas y el olor a salitre y óxido se había incrustado como parte indivisa de su ser. En el puente, frente al timón, algunos artilugios que imaginé relojes para ayuda de la navegación. La cubierta atiborrada de redes y aparejos y una gran cantidad de cajas de madera dispuestas para colocar la pesquera de la próxima singladura. A popa una pequeña barca con remos que usaban como auxiliar y un bote con una arboladura de faroles como cebo luminoso para las faenas de pesca.


Desamarramos la barca y enfilamos la bocana. Cuando dejamos el abrigo de la dársena, aquello se movía como una cáscara de nuez en la corriente de un arroyo en crecida. Me vieron aferrado al banco y se fueron lanzando los tres al agua cuando estábamos a varias brazas de la playa. “Tú, ¿no te bañas?” Tuve que confesarles que no sabía nadar y la reacción de ellos no se hizo esperar. De inmediato, como si hubieran recibido una voz de mando, se agarraron por babor y estribor y comenzaron a oscilar la barca en el agua como si fuera un péndulo. A cada envite entraba agua por uno y otro costado; yo cada vez más aterrorizado y aferrado al banco, hasta que consiguieron que cayera al agua, para mi sensación de pánico como si estuviera en medio del océano. No sabía nadar, pero lo puedo contar hoy: manoteé a modo de un perrillo huérfano y no recuerdo de qué forma logré subirme de nuevo a la barca. Fue como un bautismo: no aprendí a nadar, pero perdí el miedo al agua; esto secedió exactamente al levante de la dársena oriental del puerto, donde ahora me encuentro y  acudieron a mí estos recuerdos.

24 julio 2011

LA CARPA AZUL

La carpa azul de mi primo Paco nos está dando mucho juego este verano. Hace unos días cambiamos de menú y de asentamiento, desplazándonos un poco más hacia el levante. Pronto programaremos otra moraga, pero en esta ocasión, casi con los mismos componentes, fue a base de fiambres: montaditos de jamón, queso manchego, queso fresco con anchoas, montaditos de caballa en aceite, melón con jamón, queso con membrillo…  Todo arrancó con la compra de una paletilla a la que se sumaron otros aditamentos. En dos cestas de goma las bebidas metidas en hielo: las provisiones líquidas y sólidas sobrepasaron al apetito.


Pero como he dicho en otra ocasión, la comida es la escusa y el encuentro el verdadero gozo. Paco es una de las personas más extrovertidas que nunca me crucé en la vida, además de gozar de unas dotes organizativas a la que suma sus ganas y la voluntad de hacer a todos la vida lo más agradable posible. En un momento dado capitaneó al grupo de féminas y montó un aeróbic playero: todas las damas en semicírculo en torno suyo y él dirigiendo una tabla que más que gimnástica era de auténticas carcajadas a cada una de sus numerosas ocurrencias.

En un momento dado pasó por delante de nosotros un numeroso grupo de jóvenes haciendo carrera de fondo. Sin pensarlo, abandonó a sus pupilas y se puso al frente de la treintena de jóvenes corriendo por el rebalaje. Poco después se vio forzado a salirse de la formación y le recibimos con vítores de campeón. Cuando los jóvenes regresaban, antes de llegar a nuestra altura, sin previo aviso, cogió una bandeja de aperitivos y se metió por la formación como si se tratara de un avituallamiento repartiendo a dos manos: entonces, sin dejar de correr, fueron los jóvenes deportistas quienes le vitorearon.


Caía la noche y el cielo se vestía de tonalidades bermejas por el poniente, dando un halo de misterio y calidez a la noche. Se fue enfriando la arena y la brisa corría con un alto grado de humedad que nos hizo refugiarnos bajo la carpa azul y echarnos por los hombros la toalla. Las olas rompían con encajes blancos y la sonoridad característica. Todo estaba desierto, salvo nosotros y unos pescadores con caña cien metros a la derecha. Al fondo la luz tenue de un barco de pesca faenando y los leves destellos de las bollas de un criadero. Bajo la carpa, los chistes, las canciones, las ocurrencias y las risas: momentos inolvidables de los que se graban en el disco duro de la memoria.

23 julio 2011

RECICLAR LA VIDA


Tras los cristales, el mismo paisaje:
árboles más frondosos y aceras
más deterioradas; rebuscadores
remueven los contenedores
espulgando las basuras ajenas
con las que reciclar sus vidas.
Pasan personas anónimas,
conocidos que no quiero reconocer
y vehículos veloces
que ignoran el silencio
y lo perturban todo;
yo aguardo impaciente abrevar
en la fuente de tus labios
y el tiempo de espera es eternidad
tratando de reciclar mi vida.

22 julio 2011

LOS FÁRMACOS

Hoy quiero hablaros de un tema que a todos los mayores nos resultará muy familiar: los fármacos. Como muchos de los que me leen estoy plurimedicado, lo que significa que son muchas las averías y la necesidad de parchear la salud. Recuerdo que cuando era niño, aquellas personas que yo veía muy mayores, avejentados, cetrinos de sol e intemperie y eran simplemente sesentonas. Hoy en cambio una persona de esos años es sólo un maduro que en muchos casos sigue practicando algún deporte y goza de una salud envidiable en otra época.

El milagro consiste en una mejor alimentación, una vida menos esforzada físicamente y el control de los achates habituales a esta edad, como tensión, los lípidos, la circulación sanguínea, la diabetes…   Cuando vayáis a desayunar fuera de casa, no perdáis de vista las mesas de alrededor, ya veréis el alto consumo de pastillas de todos los mayores; os prometo que es un consuelo: Lo misterioso es que cada una de esas pastillas sepa dónde se debe alojar para causar el efecto esperado.


Desde que mi médico me asignó la receta electrónica voy a la farmacia como quien va al super, pero sin lista. Ayer, tras abrir la cartera, entregué a la farmacéutica la tarjeta y de inmediato me la devolvió: “La Visa, señor, es para otro menester”. Le pedí perdón y ella me contestó con una leve y pícara sonrisa que en el silencio me subrayó en mi interior: “cosas de la edad”. A mi derecha se acerca un negro enjuto que vestía una sonrisa blanca y franca y una camisa muy floreada. “¿Qué desea?” “Nutribén ocho cereales” “¿Qué edad tiene el niño?” “No hay niño, es para mí”. Se enzarzaron en una serie de preguntas y respuestas que no llegaron a aclarar nada. No pude alargar más mi estancia en la farmacia si no quería caer en el descaro, así que me perdí el resto de la conversación de la incrédula dependienta con aquel caballero de unos 45 o 50 años. Cuando volvía a casa pensaba que posiblemente este señor, alimentándose con papillas infantiles estaba alargando la infancia y pubertad y en consecuencia retrasando al edad de entrar en la polimedicación.

21 julio 2011

HIGOS



Julio y sus jornadas ardientes
del sol que agosta los campos
tamizando el verdor de mayo
en crisol opaco
de sed infinita;
ocres, las hojas
doblan a muerte incipiente;
mientras, la higuera cuaja
lo que fue promesa en fruto
y en agosto estarán prontos
para el soleado pasero.

20 julio 2011

PAELLA EN EL PATIO DE ENCARNI

El domingo no es el mejor día de playa, ya que la mayor afluencia de gente hace más incómodo que otros días las apreturas en la lucha por clavar la sombrilla y extender la toalla. Pero en cambio es el día idóneo para convivir con la familia y los amigos, compartir, comer y convivir.

Primero unos largos en la piscina y los juegos con los pequeños juguetones, un poco de sol, la tumbona, un repaso al periódico interrumpida una y otra vez por la charla amistosa y el cambio de pareceres, algunas fotos, un aperitivo frugal al borde del agua y el lejano aroma del refrito en el fuego. Hoy es un día especial en el Patio de Encarni: hijos, nietos, sobrinos, amigos…  Algunas personas se niegan a recibir en casa por el trabajo que conlleva, pero no en el caso de Encarni. Hace casi treinta años que hemos convertido estos actos en costumbre de cada verano. Los jóvenes eran muy pequeños o ni siquiera habían nacido, pero entre todos hemos ido construyendo una familia de dos troncos diferentes que se encuentra por voluntad en la arboladura.


Una mesa para los pequeños y otra tan numerosa como la de la última Cena para los mayores. Mientras reposa el arroz, unos aperitivos colocados ya cada comensal en su asiento. La paella es de color verde sobre la que sobrenadan unos hermosos langostinos. Es la alcachofa la que le da ese color verdoso intenso al arroz. Primero le sacan a los niños y luego a los mayores. Una ensalada tropical con diversidad de ingredientes y colores. Algunos repiten y otros se reservan para el postre: una enorme sandía, fría, jugosa y roja de un dulzor especial. Cada uno bebe según sus gustos: cava con jugo de naranja, cerveza, tinto…


Todos esperan la especialidad de Pepita y ella desmolda una hermosa tarta de manzana que hace la delicia de los más golosos. En su faceta eterna de madre se acuerda de su hijo Javier y repite cómo es el único dulce que le gusta. Después de la ingesta, unos sestean y otros vuelven a la piscina hasta prolongarse en la tarde de un domingo muy especial.

19 julio 2011

LA MORAGA

La mayoría de mis lectores no sabrán qué significa ir de moraga, en cambio si les dijera que estuve de barbacoa hasta imaginaría el crepitar del fuego antes de hacerse brasas. Una moraga viene a ser una barbacoa, pero de sardinas y en la playa. En la costa malagueña era costumbre que en época estival la gente hiciera fuego sobre la arena y asara sus propias sardinas, cosa que hace tiempo que está prohibido, pero el ayuntamiento de Marbella ha colocado una serie de contenedores en distintas playas sobre los que sí está permitido hacerlo con la debida autorización previa.


Mi primo Paco es un experto moraguero, virtud que no todo el mundo goza. “Tú vas a solicitar el permiso y yo me ocupo del resto” Me personé a primera hora en la municipalidad y con más rigor del imaginado y con la firma del concejal, finalmente obtuve la autorización por escrito. Él se ocupó de ir de madrugada a la lonja y comprar una caja de sardinas; más tarde de hacer las previsiones de pan y bebidas para unas veinte personas y el hielo poco antes de la hora del comienzo.


Habíamos quedado al atardecer, cuando el sol ya no hiere sino acaricia en su despedida. Ya estaba dispuesta la carpa azul y las provisiones bajo ella. Tras los saludos, el encendido del fuego y la disposición de algunas mesas plegables y cada quien sus propios asientos playeros. A poco se había inundado el aire del aroma inequívoco y apetecible: los espetos en su punto ofreciéndose suculentos.


El sistema de asado es bien sencillo, pero requiere de cierta pericia. En un espadín de caña, tallado al efecto, se ensartan las sardinas por el lomo de forma que las espinas queden por el mismo lado de la caña; como en la playa siempre corre algo de brisa, los espetos se pinchan en la arena cercana al fuego por el lado donde abanica el aire, de forma que no pueda darle al pescado la llama, sino el calor próximo del fuego. De esta forma no se queman, sino que se hacen lentamente manteniendo la jugosidad. El moraguero, experto él,  coloca primero al fuego la parte por la que da la espina, de forma que con la contracción del asado no se caigan las sardinas; luego vuelve el espeto y se termina de hacer por el otro lado.


La fiesta, el disfrute, los aromas, los complementos, los cuentos, las historias, los chismes, los chistes, los juegos…   todo lo que conlleva reunirse un numeroso grupo de amigos no pretendo exponerlo al detalle, ya que mis inteligentes lectores tienen la imaginación suficiente como para no necesitar explicitarlo.


18 julio 2011

BÚSCAME

Búscame en la espera confiada,
en la serenidad de mis días de aplomo;
no desdeñes la brisa apacible
que se dibuja en la cuadrícula
de paz y sosiego tibio
de la capa con que me cubro.


Ya sé, mas me empeño en olvidar
la historia y proyectarme
a la patria futura, donde los afanes
son hojas mecidas por el viento.

Búscame en el encuentro,
en el  humilde reconocimiento
del valor ajeno,
pues bien sé yo de mis muchas limitaciones
y de la fiera que ruge en el pecho
de quien no perdona
creyéndose el epicentro de todos los tornados.

17 julio 2011

CELEBRACIÓN DE LA VIRGEN DEL CARMEN

La solemnidad de la Virgen del Carmen es una fiesta muy especial en todos los lugares marineros y no podía ser menos en Marbella. Por cierto, por iniciativa de la Hermandad de Pescadores  –no solo hay turistas en Marbella-  está muy próximo a que sea nombrada patrona de la ciudad.


Los actos comienzas a las 6,30 de la mañana con una salida procesional desde su templo de la Encarnación en dirección al puerto pesquero, donde a las 7,45 tiene lugar una misa entre uno de los malecones y la lonja de pescado. El seguimiento es admirable y numerosísimo. Después de la función religiosa, la Cofradía de Pescadores ofrece chocolate con churros a todo el que quiera acercarse; luego, grupos de jóvenes danzan ante la Virgen por verdiales.


La flota pesquera se engalana y a las 19 horas la sacan en procesión marítima desde el puerto al Puerto Banús, para retornar al Club Náutico sobre las 21,30 y de allí nuevamente se forma una comitiva que la traslada a su templo cerca de la media noche. Para el acontecimiento, hombres y mujeres, y especialmente los jóvenes se visten con trajes típicos y portan símbolos marineros como trozos de redes: un día muy especial que tiene mucho más que ver con las raíces del pueblo que con el turismo que en esta época lo desborda todo.



16 julio 2011

ALLÍ


Allí; tras los cristales
no era visible el cielo
ni la luz te teñía de luna y sol.

Allí; la sombra parda
de nebuloso encierro,
los barrotes domésticos y fieros.

Allí; el duro confín
-firmamento negado-
que sueña a diario el azul del mar.

Allí; la sequedad del alma
en destellos de angustia,
el brillo opaco de la esperanza rota.

Allí; eterna espera,
la coda del vaivén
que va y regresa reiteradamente.

Allí; viviendo el sueño
del eterno retorno,
encuentro salino que busca la mar.

15 julio 2011

INSTRUCCIONES PARA APAGAR EL TELEVISOR

A mi amigo Emilio Manuel


Lo normal hoy día es que el televisor tenga mando a distancia; el problema surge por la confusión con uno de los muchos mandos que cohabitan el mismo espacio: vídeo, cadena musical, TDT, aire acondicionado…   Todo esto incrementa las posibilidades de no acertar a la primera con el apagado y frente a las variables de incremento o disminución de brillo, color, contraste y canal, hay que añadir: teletexto, enmudecimiento, reloj digital en pantalla, cambio a vídeo y lo más calamitoso: sintonización automática. En este último caso, parecerá que el televisor se ha vuelto loco y busca afanosamente cadena tras cadena, sin contentarse con ninguna después de haberlas localizado. En suma, habremos desprogramado todo, y en adelante, en lugar de verse cada uno de los canales en aquellos números que habíamos conseguido aprendernos, estarán todos, pero en un revoltijo anárquico que quién sabe nadie dónde cada cual se encuentra. Y todavía queda lo más engorroso: ¿Quién tiene el mando? Así que a la ventaja de no tener que levantarnos del asiento como antes, se suman otros inconvenientes nada desdeñables.


No es norma, pero sí uso y costumbre que en cada hogar haya una persona que se apodera de éste artilugio con todo empeño, no sin antes haber peleado largamente por liderar este privilegio como si se tratase de un cetro con el que dirigir los destinos de la familia. Se trata de esa persona que no nos deja ver ningún programa concreto, que salta inesperadamente y sin aviso por entre la programación sin darnos tiempo a enterarnos de qué va lo que está emitiendo cada uno de los canales; la misma que sube y baja el volumen con igual frecuencia, sin advertencia ni consejo, y que suele guardarlo a buen recaudo fuera del alcance de las manos y los gustos de los demás. Si es usted el líder, si tiene usted aferrado el mando a su mano, o si lo esconde en la rendija del asiento de su butaca o el bolsillo de su bata o camisa, decídase. Accione el botón señalado con una especie de círculo abierto por la parte superior y coronado en su abertura por una especie de apóstrofe, todo circunscrito en un perímetro de color rojo y creo que le deben sobrar más explicaciones por su familiaridad con el mismo. En el supuesto de que no sea usted la persona que ejerce la tiranía hogareña del mando a distancia, resígnese a no poder hacerlo, u opte por sacar la clavija del enchufe, con cuidado de no arrancar éste de la pared, o diríjase al cuadro de luces y baje el diferencial. Total, para la basura de programación, mejor está apagado.

14 julio 2011

SECUENCIA

Hemos asumido unos cánones de belleza que tergiversan el verdadero valor de la vida: ponemos toda la ilusión y esperanza en un ser recién nacido y esperamos que llegue al esplendor de su desarrollo.




Cuando la persona culmina la pubertad alcanza el máximo de lozanía y es cuando más se ajusta a los parámetros que nos hemos dado para medir la belleza, cuando está en las condiciones idónea de transmitir a su vez la vida.



En cambio, cuando aparecen los síntomas del paso de los años, cuando la salud se resquebraja o pierde vitalidad, la cabeza se tiñe de blanco o deja de ser imprescindible el peinado, cuando la experiencia acumulada reviste a las personas de sabiduría, seguimos añorando la figura que fue.



Y qué decir cuando nos convertimos en dependientes y necesitamos de brazos ajenos que nos conduzcan y nos guíen, que nos ayuden en las necesidades de la supervivencia. Desde el nacimiento hasta la muerte, todo es vida y vida en crecimiento.

(Las fotos están tomadas en El Patio de Encarni, Marbella.)

13 julio 2011

EL PATIO DE ENCARNI

Los amigos son como una especie de enamoramiento que surge sin la justificación de lazos sanguíneos. Uno no elige a la familia, sino que le viene dada, y como tal herencia genética a algunos los sientes más cercanos a ti y a otros puede que hasta los viva con cierta indiferencia y desapego. Pero uno elige a un amigo, lo hace suyo y como el amor mismo, lo cuida, lo nutre, lo riegas día a día y le ves florecer y hasta dar cosecha. Ese es el caso que hoy os traigo: Tomás y Encarni son de esos amigos que uno cuenta con los dedos de las manos, de los que están en las duras y en las maduras, en la fiesta y en el lecho del dolor.

Hemos cambiado la mañana de playa por el Patio de Encarni. Tomás y yo nos conocimos hace muchos años en el medio profesional y, aunque distantes geográficamente –entonces vivíamos nosotros en Madrid-  no solo nos hicimos amigos, sino que también nuestras esposas e incluso nuestros respectivos hijos. ¿Imaginas, lector, la sensación cuando Sergio, su hijo pequeño, nos llama titos? Ayer estuvieron ellas en el mercadillo y hoy han montado el taller de costura en este delicioso patio que tanto sabe de nuestras vidas y del crecimiento de nuestros respectivos hijos: casi treinta años de vida entrelazada.


Primero fueron las medidas, luego la conversión de cifras sobre el papel, las transformaciones y el paso a la tela sujetando las piezas de papel al reverso de la tela. Una inspiración profunda y la tijera saja el tejido con decisión; con la ayuda de una rueda dentada y papel de calco, circulando por las líneas del contorno, va dejando un ligero surco de tinta sobre el tejido por donde luego irán los pespuntes. Un hilvanado rápido de las piezas y a penas si hay que corregir alguna pinza para que marque o deje de ceñir inoportunamente. Se echa Encarni el vestido y la prueba está conseguida: sólo falta presentar la cremallera, fijarla con hilo y llevarlo todo a la máquina de coser. También hemos sometido al taller de los días el roce de la amistad y ésta ha salido fortalecida y digna de pasarela.

12 julio 2011

ENCUENTROS

Ayer fue un día extraordinario de playa, luminoso, pero con algunas nubes altas que hacían ocasionalmente de parasol, resultando una delicia para caminar. Como en ocasiones se conjuran las contrariedades, así también el viento a favor parecía hacer 45 grados con mi vela y todo el día me resultó favorable y extraordinario.

Habíamos quedado con uno de mis primos en la playa del Arco y ambos fuimos puntuales. Él se ha comprado una carpa azul de unos 10 m2 con un mecanismo facilísimo de montar e igualmente de plegar y meter de nuevo en la bolsa; la experiencia del año anterior no fue buena, pero se ve que de los errores se aprende y todo resultó sumamente sencillo. Es una especie de jaima cuadrada, con cuatro  postes metálicos con sistema telescópico a las que se les puede echar un viento; también cuenta con un par de lonas que, mediante velcros, se pueden colocar en aquellos laterales que resulten más oportunos para resguardarse del sol o del viento. A poco se agregaron otros amigos a los que no veíamos desde hace mucho, lo que incrementó el sentido de fiesta y las cruzadas conversaciones distendidas. Di una larga caminata por la orilla en dirección al levante acompañado por mi hijo Carlos. Hacía mucho que no caminaba tanto y sumo con ello en el haber de mi gozo un nuevo motivo de satisfacción.


Al atardecer, ahora vestidos más formalmente, dimos otro largo paseo por la ciudad, la Avenida, el Paseo Marítimo. En un momento dado divisé un banco y me lancé a él como se lanza uno a los brazos de un amigo. Aún guardaba la piedra el rescoldo de los rayos que ya se escondían por Sierra Bermeja. “¡Qué bien, cariño, cuánto has andado hoy!” Una familia acomodó junto a nosotros a un anciano algo torpe y siguieron el paseo con la promesa de volver a recogerlo. Iban a cenar en la lujosa marisquería frente al banco en el que nos encontrábamos. El anciano recibió la conversación con agrado y de inmediato nos dijo que era de Bilbao; se alojaba en un hotel El Fuerte, así que le expliqué que en ese establecimiento se produjo mi bautismo laboral. Era un hombre afable, culto, de exquisitos modales, aunque muy mermado físicamente. “No me han podido operar” –dijo señalándose la cabeza. Se sintió acogido como barco en la dársena y se mostraba agradecido. “¿Conocen Bilbao?”. ¡Sí señor, pero hace ya muchos años! “Tienen que volver; todo está muy cambiado, ¿y el Guggenheim?”. No señor, hace ya muchos años que estuvimos, pero Edurne nos habla de vez en cuando de Bilbao y sus maravillas: un día iremos, veremos la transformación de la ciudad y la conoceremos a ella. El anciano no sabía de quién le hablábamos, pero en eso llegaba su familia a recogerle y nos despedidos, como viejos conocidos, hasta un nuevo encuentro.

11 julio 2011

TEOREMA DE PITÁGORAS

Cuenta la leyenda que cierto día, mientras Pitágoras estaba sentado con un instrumento musical entre sus brazos, se dio cuenta de repente de que las divisiones de una cuerda en tensión que al vibrar producía sonidos, podría describirse intelectualmente en términos de simples proporciones entre pares de números: 1 a 2, 2 a 3 y 3 a 4. Hoy escribimos esas mismas proporciones como: 1/2, 2/3 y 3/4. Ante este hecho tan extraordinario, Pitágoras, a quien tanto le gustaba la música, se quedó atónito. Le parecía algo muy extraño que existiera una relación tan directa entre los números y las notas de una cuerda tensada, una cuerda que podría producir notas que tenían tanto el poder de entristecer como el de alegrar a quien las escuchaba.


A raíz de este hecho, Pitágoras empezó a considerar la posibilidad de que los números tuvieran una influencia todavía mayor en las cosas materiales, y no tardó en llegar a la conclusión, junto a sus discípulos, de que las cosas son números y los números cosas. Así fue como descubrió la íntima conexión entre las matemáticas y el mundo real que ha inspirado y desconcertado a los grandes pensadores hasta la actualidad. Y como ya habrán imaginado mis sagaces lectores, de aquí al teorema sólo hay un paso: en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa (lado opuesto al ángulo recto), es igual a la suma de los cuadrados de los (otros dos lados) catetos. Parece sumamente sencillo, pero antes era preciso vibrar de emoción sentado con un instrumento musical entre los brazos.

10 julio 2011

ZARZUELA EN LA CORRALA

Una corrala en Madrid es el equivalente a un patio de vecinos de otras ciudades: un recinto flanqueado por viviendas humildes a lo largo de unos corredores que se encierran en sí mismos, con servicios comunes alrededor del patio central. Ahora son escasas las corralas y no tienen casi nada que ver con aquella forma comunal de vivir del pasado.

Recuerdo con deleite aquellos calurosos veranos de Madrid y las primeras programaciones de Los Veranos de la Villa, cuando, entre otras ofertas, uno podía disfrutar de una noche de zarzuela en una de dichas corralas, adaptadas al efecto. Un espacio escénico en el que los vecinos formaban parte de la tramoya. Mi amigo José me había introducido en el gusto por el género chico, afición que le venía de su padre, y que disfrutamos en numerosas ocasiones, también en este ambiente tan propicio con algunas de las piezas madrileñas más costumbristas.

Era algo así como el equivalente al cine de verano, donde uno se llevaba la cena o se la dispensaban en el ambigú instalado dentro de la corrala: bocadillo y cerveza o cuarto de pollo con patatas fritas…   Cada uno según sus gustos y disponibilidades. Lavapiés volvía a tomar el protagonismo descrito en la obra un siglo atrás y uno despedía de forma divertida y alegre el calor agosteño y se disponía al descanso con grandes dosis de ánimo.


Hace ya 20 años que falto de Madrid y me consta que el Ayuntamiento sigue programando Los Veranos de la Villa con una gran diversidad de actos culturales, pero no he podido comprobar si se continúan usando estos espacios como el de la calle Mesón de Paredes para estas representaciones tan típicamente madrileñas. 

09 julio 2011

RETROSPECTIVA


Ayer me fui a bañar a la playa de Marbella por antonomasia. Son muchos los kilómetros de costa y muchas las playas del litoral de Marbella, pero en los años cincuenta la playa era ésta, bajando desde la Alameda y a los pies de la Avenida, donde se encontraba el primer y único chiringuito, entonces llamado balneario, propiedad de los hermanos Sánchez. El resto de las playas tenían nombre: el Faro, la Fontanilla, el Fuerte, san Ramón; ésta no tenía una denominación específica que yo recuerde, pero era la más populosa y cercana, la única que entonces contaba con un chiringuito. Esa memoria me hizo trasladarme el pasado más que vivir la escucha de la vecindad circundante como ayer. Por cierto, es curioso que siendo tan celosos de nuestra intimidad, en la playa el contacto es casi físico y, por lo común, nadie se priva de comentarios que no haría en otro lugar menos distendido.




Acababa de terminar el examen de ingreso y bajamos por unas amplias escalinatas, pavimentadas de blancos cantos rodados y púlcramente colocados haciendo figuras, a la playa para descalzarnos y remojarnos los pies. Cada vez que permanezco de pie a la orilla del mar, de cualquier mar, y el agua escarbaba la arena bajo mis pies, viene a mi mente ese primer encuentro marino; el agua en su retroceso me había provocado un cierto mareo, tal vez un poco confuso junto al movimiento incesante y desacostumbrado de las olas. No recuerdo el examen escrito, pero sí un examen oral defendido frente a un tribunal sobre un estrado que en nada me recordaba a mi maestro don José de la Escuela Nacional. Me dieron buena nota, pero fue la única vez que no sufrí en un examen, precisamente porque no era consciente de lo que hacía. Luego, durante los cursos que se sucedieron, esta playa era lugar de juegos habituales.


En la foto de la época, se aprecia, en la parte central, el edificio del Instituto recién inaugurado; en el margen superior izquierdo la torre de la iglesia de la Encarnación, debajo la arboleda de la Alameda y los jardines de la Avenida; en primera línea los palos y cañizos del ya nombrado chiringuito, y a la derecha algunas pequeñas casitas y el primigenio hotel El Fuerte, donde acabado el bachillerato tuve mi primer puesto de trabajo. Con tantos recuerdos y tan fundamentales en mi vida, comprenderás lector, que ayer, más que oír las conversaciones de mi entorno sobrevolar las páginas de mi lectura, estaba asistiendo como protagonista a esta retrospectiva de hace ya bastantes décadas.

08 julio 2011

LA HISTORIA QUE SALIÓ A MI ENCUENTRO

Había oído las noticias a primeras horas de la mañana; la radio es mi compañera y suelo oírla antes de dormir, en la vigilia y al despertar. Me había enterado de la noticia, pero quería conocer al detalle las calles afectadas desde hoy en Marbella por la implantación de la zona azul; en el periódico aparecería sin lugar a dudas el plano correspondiente. Nos bajamos andando hasta la playa del Faro, llevaba un bolso semivacío colgado del hombro y a pesar de ello me resultaba un poco pesado. Compré el diario Sur. A la vuelta me he sentido muy feliz por la caminata, después de un invierno tan húmedo y con tantas limitaciones. Hay circunstancias que hacen que las cosas más triviales se vivan como extraordinarias.


Si el libro no resulta fácil de leer tumbado en la arena, imagínense el coctel de viento, arena, crema protectora, gafas bifocales…   Allí estaba el plano. No queda otra que acatar y finalmente usar lo menos posible el coche. Parece una controversia, pero es así: publicitan la venta de coches, incentivan el cambio mediante la operación renove, encarecen la gasolina, restringen el aparcamiento. En el principio sólo tenían coche los potentados; hoy lo tenemos todos pero sólo pueden usarlo los que se permiten pagar el combustible y los aparcamientos: el dinero siempre nos saca al menos dos cuerpos de ventaja.

Junto a mí se instala una familia de mayor número de miembros que de espacio libre. Se apretujan y los niños no tienen otra opción que pisar en sus juegos por encima de mi toalla. “Son cosas de chicos, señora  –le digo-  no les reprenda”. Él le explica a sus dos hermanas y su mujer presta atención y también interviene. Hablan de conflicto familiar con la herencia de la abuela, y es que la tía Elvira quería quedarse con todo, tras la desaparición de su hermana Carlota, pero allí estaba su primogénito Claudio, en representación de sus cinco hermanos, para interponer recurso. “Nos va a costar 12.000 euros, pero tenemos muchas posibilidades de ganarlo, al menos le presentamos batalla a nuestra insaciable tía Elvira, a pesar del enorme patrimonio que tiene”. Yo andaba tratando de leer las noticias locales, esas que las cadenas de radio no desmenuzan, pero se me entremezclaba los entresijos de esta familia por entre los párrafos y me estaba enterando de las inquinas de unas personas a la que no conozco, a las que posiblemente no vea nunca más y a las que no me importa si les asiste o no la razón; desde luego no la tienen para invadir mi espacio físico y acústico, mi solaz y mi lectura al sol.

07 julio 2011

LAS RETRASMISIONES DE JULIO

Cada día se parece al siguiente porque el sol sale cada mañana por el mismo sitio y se oculta por el mismo lugar, pero cada uno de ellos tiene sus matices que los diferencia entre sí. Hace años que veraneo en este mes en el mismo lugar, al cual estoy familiarizado desde el nacimiento, pero cada día tiene su aquel que lo diferencia del precedente. Eso mismo sucede con los dos grandes acontecimientos televisivos del mes de julio que no por repetitivos son siempre lo mismo: los sanfermines y el Tour de Francia, una forma eficaz de subir la adrenalina frente a la pantalla porque ya uno no está para muchas gestas. Por cierto, Fermín Azpeitia, te llamaré a Legazpia, a lo largo de la mañana, como es preceptivo y costumbre, para felicitarte en tu onomástica.


Como no me cuesta madrugar, sino que es vieja costumbre que no he dejado, a las 7,30 me pongo por delante del televisor, bajo el volumen para no incordiar a mi bella durmiente y me empapo de todos los preliminares; a las ocho en punto el chupinazo y el primer encuentro en la Cuesta de Santo Domingo, casi a los pies de la hornacina del santo, y las primeras caídas por las astas que van barriendo a diestra y siniestra; plaza del Ayuntamiento, curva de Estafeta, derrotes y más caídas; mozos habituales, ensanche de Telefónica y mansos escobas que hacen por recoger al zaino rezagado, pero se cruza un mozo intrépido que lo vuelve y remata sobre las tablas; por la tronera del callejón ruedan los de una pequeña montonera tras ser pisoteados y los pastores propinan nuevos varazos a los inconscientes que cortan la trayectoria de los astados hacia los corrales. Hoy día de san Fermín, sólo un traslado al hospital con un puntazo.


En la sobremesa, Andrés y Perico, narran los pormenores del Tour, entre anécdotas y estadísticas, anticipando los repechos y vientos de frente o de costado, los posibles ataques, las pájaras y hasta se sorprenden de lo inesperado que sucede a diario. Veinte para meta y los destacados están sólo 1,22. Contador va bien colocado y queda un puerto de primera, donde previsiblemente dará el hachazo para vestirse de amarillo.

06 julio 2011

PRIMER DÍA DE VACACIONES

Todos los comienzos son dificultosos; todos los cambios traen sus novedades. Lo peor el exceso de equipaje, total para vivir la etapa de mayor desnudez del año. No hay existencia. La puerta del frigorífico bosteza de vacío. La casa es un lugar de tránsito y la terraza toma el protagonismo de estos días de exteriores: la tostada del desayuno, el aperitivo, la comida, el café de la tarde, la cerveza, si la hubiera; de la mañana a la noche convertimos este espacio en el salón de embajadores.

Me enfrenté con desgana a la primera mañana de vacaciones, sin apetencias de bajar a la playa, pero alguien junto a mí tenía más necesidad salobre que de hacerse con suministros. “Compramos por la tarde –me dijo con énfasis y cara de ilusión-”. No había opción a la resistencia. Hemos ido a la playa de las rocas, en denominación de mi nieto, la gran ausencia. En verdad ha sido Alberto en su alejamiento quien más ha estado presente bajo mi misma sombrilla. He visto su cara alegre entre la chiquillería del entorno; lo he imaginado con su artilugio de juguete y su impericia de grumete queriendo pescar en el rompiente de las olas; estaba en cada cubito y en cada castillo de arena, en cada túnel perforado…


Estuve leyendo algo de Benedetti, a la sombra, mientras mi mujer se exponía al sol. Se ve que las altas temperaturas de Sevilla no le han escandalizado. “Ya sabes, no es tiempo de medias; además el escote, los brazos; quiero tomar un poco de color”. Pasaron una y otra vez los negritos de los bolsos, los vestidos, las gafas…   una pasarela sobre la arena ardiente en la que en lugar de top models pasan los escaparates al completo. El agua en absoluta calma, pero días atrás el poniente ha dejado apagado el sistema y estaba bien fría, como recién entrada del Estrecho. Alberto siempre saltando con su pala por entre los párrafos de la lectura y con las salpicaduras de arena de los juegos infantiles.

En mi entorno conversaciones insulsas y acentos de muchos orígenes. Muchas desnudeces tendrían que estar más cubiertas y algunas, más bien pocas, podrían posar ante un buen retratista para acabar en el lienzo de un salón elegante o de un museo. Hay cuerpos depilados y osos peludos; la tripa abultada y las adiposidades son el máximo común divisor –tal vez me corrija Chelo y me diga que es el mínimo común múltiplo, pero todos saben a qué me refiero- Los hay atléticos, intrépidos, saltarines, juguetones; no faltan los de la pelotita y las palas, tampoco los del balón ni las distantes exhibiciones de motos náuticas. Hay bustos que bajo la compresión del sujetador estarían más estéticos. En fin, esta es la fauna que me rodea y que lo hará, con ligeras fluctuaciones, durante los próximos dos meses.

05 julio 2011

AMANECE


Cuando la vida aún se despereza
de los sueños agitados de la noche,
cuando el día echa un pulso a la madrugada
tratando de imponerse resucitando,
impregno mis ojos de luz primera
y me dedico a oír la música del silencio,
un silencio en el que la vida fluye
con cientos de escalas sutiles o altisonantes:
cantan pájaros que a su vez son respondidos por otros,
gimen las hojas de los árboles frotándose con la brisa,
danzan alas acrobáticas desplegadas por los cielos
y las nubes hacen corro con caminar pausado
como empujadas por una mano invisible;
el día se abre más y más, aunque
la luz aún llega tamizada, tímida, titubeante,
quizás porque viene recordando
el camino de sus muchos amaneceres remotos.
La ciudad me ha atrofiado el conocimiento
y no sé reconocer la música del silencio,
no sé identificar todos los instrumentos de la orquesta;
sin que yo pueda evitarlo, ni tan siquiera acelerarlo,
todo esto ocurre, como en una premier,
cuando todos duermen, cuando la naturaleza
ejerce la monarquía absoluta
de la que el hombre hace por destronarle.