Un sueño mitológico,
una diosa con trenzas de sol
y talle de luna menguante,
una valquiria escandinava
arribada no sabemos
por qué insomne corriente;
blonda, espigada
como centeno en mayo
y la mirada de horizonte
azur, firme y serena;
tez de porcelana
y labios delineados
que modulaban decires
ininteligibles.
Ella era un regalo visual,
su mirada un espejo azul
donde refrendar
mi estado hipnótico.
No era una sirena, era sí,
una diosa de sol subacuático
cuando salía del agua
y sus vestidos eran vitrina
de sus generosas bondades.
Creí interpretar sus gestos
y hasta deletreé
cada una de sus sonrisas
dándole textura gramatical
en traducción instantánea.
Era un icono arrastrado a la
orilla,
una perla entre un millón
de millones de conchas marinas.