Toda
la memoria cabe en una mirada,
toda
ella en un breve entornar los ojos
o
en un soslayo por el retrovisor de los días.
Allí
nadan los primeros gozos
y
se agazapan las primeras sombras,
los
atardeceres plácidos
y
la bandada de palomas de lona
que
se hacían a la mar
para
regresar al amanecer
con
un incierto número de cajas de sardinas
como
plata azulada
que
cubrían con nieve
—hielo
picado—
para
prolongarles la existencia.
No
había alumbrado el puerto
y
las jábegas se varaban
en
la arena de la playa, lejos
de
la escasa amplitud de la pleamar.
Mi
presente de indicativo revive y goza
de
aquel faenar ajeno
donde
aún se dibujan las velas latinas
difuminándose
en la lontananza.
La memoria revive en cada ir y venir de las olas.
ResponderEliminarUn abrazo.
La memoria me está ayudando a escribir este libro que ya tiene forma de tal.
ResponderEliminarBesos.
"Toda la memoria cabe en una mirada" qué belleza. ¡qué hermosa expresión !
ResponderEliminarPrecioso poema, españolito.
"con un incierto número de cajas de sardina como plata azulada" preciosísima comparación.
Un gozo leerte. Apapachos.
Muchas gracias, María del Carmen, no son mis expresiones, es tu mirada la que edifica la belleza.
EliminarApapachos.
Sin embargo mi memoria toda cabe en un olor, porque si miras, todo ha cambiado, pero el olor de las celindas siempre es el mismo.
ResponderEliminarUn abrazo Fco.
Es cierto, Elena, hay aromas que forman parte de uno mismo. Por ejemplo el olor a pan cuando se estaba horneando en el horno de leña, justo enfrente de mi casa.Una artesanía que pasó a la historia.
EliminarBesos.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos...
ResponderEliminarPerdón, se me fue el mensaje sin los abrazos. Aquí van....
ResponderEliminarEs cierto, Emma, somos nosotros los que hemos cambiado, al tiempo que aquellas cosas entrañables con las que fuimos construyendo nuestras vidas. La vida, al fin, es la memoria de lo vivido.
EliminarUn beso.