“Sólo me pega cuando
bebe,
pero sobrio es muy
cariñoso conmigo
y también con los
niños,
hasta me llama mi reina.”
¡Tira la corona, reina apócrifa,
maldice el día en que le conociste
y hazte republicana, vete a vivir
al rincón humilde de la solidaridad,
al rescoldo amoroso de unas manos
extrañas que te comprenden y consuelan,
pero deja a esa mala bestia
y olvida su nombre para siempre!
Él no es tu padre y tampoco su heredero,
ya tuviste bastante
con una infancia a palos que conformaron
tu anómala normalidad;
no vayas de unas manos violentas a otras
y rompe esa cadena que te esclaviza
y no te deja ser tú. Tú, me oyes, sí tú,
la protagonista de tus días
haciendo tu santa voluntad.
El amor es paciente, pero no soporta
que le estampen en la cara bofetadas de odio;
el amor es amable, pero no sólo satisfaciendo
apetencias fogosas;
el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera...
pero ¿qué vas a seguir esperando
de quien ha teñido tu rostro de violáceo
a base de golpes? ¿Qué puedes creer
después de tantos arrepentimientos incumplidos,
cansada de esperar un cambio que no llega?
¡Veté, mujer, construye de los despojos
los días que te regala la vida,
esos que tienes por delante
para hacer de ti una nueva criatura!
Quizás tengas que soportar
el frío de la precariedad,
el cobijo social donde poner tu nido
y explicar a tus hijos que todo fue una pesadilla,
pero hazte persona, recobra tu dignidad de mujer,
tu dignidad de madre,
y déjale en la gruta y aislamiento
donde deben vivir las fieras confinadas para siempre.