Persiste tu aroma, madre,
tan solo con pasar por la
que fue tu puerta
y volver a mi mirada de niño
te haces presente toda tú,
todo tu inequívoco e
incomparable ser.
En el pomo de la puerta, tu
huella
indeleble, tu respiración y
tu ternura;
eres presencia viva e
inagotable,
tan especial como lo era tu exquisitez
de la que siempre quise
contagiarme.
Recuerdo tu latido severo, tu
entrega
desmedida y tu pasión en
todo lo que hacías.
En la calle de la Fuente el
trino de tu voz,
la melodía de tus caricias,
el claroscuro de tu recuerdo
cosido al costado de mi alma
para siempre.