En el paisaje de mi
infancia
miro a quien he sido,
converso con él y subrayo
todos y cada uno
de los momentos álgidos.
En esos instantes me
olvido de mí
y acojo con ternura los
pasajes
de un tiempo inmaduro y
dulce,
entresacándolos del diario
de la vida.
No escribiré mis memorias,
no quiero ser notario
fidedigno
o falsear la verdad para
que otros
traguen el anzuelo de mi
maquillaje.
Mi deseo es este regocijo
íntimo
en el que entresaco el
grano de la paja
y juego con el viento a
favor de mi memoria,
para revivir cada instante
dichoso,
como quien se sabe ganador
de la partida
momentos antes de repartir
las cartas.