Vino con la imprudencia
que acostumbra,
empujando postigos y
flameando toldos,
también tendederos, setos
y ramas;
a cierta distancia, con
impaciencia,
se dibujaron nubes con
cargas positivas
de contenido amenazante.
El silbido del viento puso
su partitura
en el arco celeste,
cubriéndolo todo
y repartiendo sus dones de
desigual manera,
con figuras caprichosas.
Una amenaza. Una palpable
amenaza
bajo la cúpula profana
que convirtió el asunto en
recogimiento,
en desdicha contra lo
programado.
Llegó la noche a pleno día
y el concierto fue la
consecuencia.
Una amenaza, un látigo
meteorológico
que dio por acabado con el
paseo
y nos devolvió compungidos
a casa.
Que lo puedan controlar por allá lo más pronto posible. Es tan bello el fuego y tan terrible a la vez.
ResponderEliminarAbrazo solidario.
Podría ponerse así el astro por mi tierra que ya hace tiempo que la lluvia no nos visita.Saludos
ResponderEliminarOjalá esa tormenta fuese a parar justo encima de todos los incendios que asolan las tierras, los pueblos, los montes...
ResponderEliminarSAludos.