Me tiendo sobre el césped
y pierdo la mirada por
encima de las nubes,
allá donde el azul deja su
existencia
y se amalgama en la nada.
No consigo visualizarte,
pero te intuyo y hasta me
parece
oír tu voz
y contemplar tu mirada de
ternura:
llevo tus modos en los
genes
y tu voz grabada de manera
indeleble:
en esos momentos, una mixtura,
una reproducción aleatoria
de tus silencios y tus
consejos,
de tu presencia toda.
Es posible que partieras
con la insatisfacción
de dejarte gran parte en el
lado del silencio,
pero toda tú estás en mí
para siempre, mamá.
Un bello canto a esa madre que siempre nos acompaña. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Chelo, ella está siempre presente.
EliminarUn abrazo.
Tirado en un buen césped, escuchando el ruido del fondo de un rio o cascada, se puede pensar en todo lo divino y lo humano incluso podemos hacer introspección familiar.
ResponderEliminarSaludos
Y muy especialmente acordarse de la madre.
EliminarUn abrazo.
Ella sigue viviendo en tus recuerdos y en tu corazón. Desde donde quiera que esté, ella sigue tus pasos y es tu ángel guardián.
ResponderEliminarBesos.
Madre no hay más que una. Feliz verano, Francisco. Hasta la vista.
ResponderEliminarFrancisco, no hay duda de que tu madre te dejo lo mejor de ella misma, que permacece en ti, fructificando siempre.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño.
Hay ausencias que son presencia siempre. Un emocionado abrazo
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