Reconocí a Bach en las
primeras notas.
Fue como adentrarse por un
río
vadeado con anterioridad,
con la garantía de
alcanzar la otra orilla.
Perdí la noción, pero cada
tempo
era un color que se
inaugura
para destellar su luz
primera.
Maese sublimaba
la espera
en el órgano de san
Lorenzo
y todo discurría
como niño que juega
hasta las puertas mismas
del colegio.
El recogimiento se hizo
luminoso,
como envuelto en el
misterio,
una transfiguración hacia
la eternidad
que discurre sin rozamientos,
como por rampa que
asciende
a la velocidad de una
estrella fría.
De pronto se hizo el
silencio,
recuperó su lugar el
tiempo detenido
y los devotos se pusieron
de pie,
al tiempo que los
ministros
ocupaban su lugar en el
presbiterio.
En la liturgia se anunció
“está cerca el reino de
Dios”:
tomé conciencia que lo que
había vivido,
en ese tiempo musical de
espera,
fue como deslizarse por el
atrio sagrado.
Una extraordinaria experiencia la vivida al escuchar a Bach.Hay músicas que te trasportan más allá de las nubes.Saludos
ResponderEliminarEspero que para ti también haya sido una bella experiencia la lectura.
EliminarNada más que leer el título, recordé a Bach. Desde mi nacimiento he escuchado música. Mi padre siempre estaba escuchando música clásica.
ResponderEliminarBesos.
En todos los tiempos la iglesia ha sido un elemento generador de músicos que producían música sacra; por lo que leo es uno de los que se encuentran en el Olimpo de los músicos además ocupando la cabeza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Consciencia y profundidad en tus letras, Francisco. La música nos acerca a la espiritualidad, nos eleva y trasforma.
ResponderEliminarMi abrazo siempre, amigo.