Si la música tuviera nombre
de mujer
se llamaría María Márquez
Torres,
hablaría todas las lenguas,
todos los giros y todos los
dialectos
y pondría los vellos de
punta en todos los idioma
y con cada una de las notas
musicales.
Cuartearía los silencios en
rayos luminosos
como dinámicas escalas
de refracción imposible.
La música, como vaharada helicoidal
elevándose por la estancia
con cada arpegio
y haciéndose humo
transparente por las cornisas.
Entre las teclas del piano, nexos
de escalas imposibles
que dan vida a Chopin o
Granados,
como púas dúctiles que
acarician al percutir,
llenando las oquedades del
silencio
con secuencias sonoras y
aromáticas caricias.
Si la música tuviera nombre
de mujer
se llamaría María Márquez
Torres.