En el patio del colegio
Los Llanos, de Ojén
, huele a juncia y romero; ha remitido el rigor caluroso del día y la bóveda del cielo se muestra luminosa de estrellas y una luna como un semicírculo no graduado se escora por la sierra. Saludos y abrazos de los paisanos entre multitud de forasteros y algunos turistas subidos de la costa: el flamenco sigue concitando una gran convocatoria. Presenta, con su verbo fácil, Salvador de la Peña, como 35 de las 37 ocasiones en las que tuvo lugar este festival.
Abre el espectáculo El Pibri de Álora, acompañado a la guitarra por El Niño de Aljaima. Lo hace con una soleá, a la que seguiría una malagueña perota rematada en abandolá, fandangos, cantes de Levante, una poética milonga y nuevamente fandangos para finalizar. No tiene El Pibri fandango propio, por eso en su cante evocó a Gordito de Triana, Porrina de Badajoz y otros.
Ya había visto cantar fandangos en la tele a la joven promesa huelvana Pilar Bogado, una niña que a sus 12 años se atrevió, acompañada a la guitarra por Carmelo Picón, abrir su actuación con los sones de una malagueña; cejilla en el siete y una voz portentosa y poderosa se adueño del aforo por tientos-tangos, cantiñas y una siguirilla rotunda y contundente que sorprende por el sentimiento a tan corta edad; acabó por fandangos de su tierra con el público puesto en pie.
Continúa el programa con Luis de Córdoba, acompañado a la guitarra por Manuel Silveria. En palabras del propio Luis, pronunciadas ante el auditorio, es posiblemente el cantaor que más veces estuvo en este festival de Ojén. Su participación fue "aseada" -en términos taurinos-, aunque a mí me dejó un tanto frío su aire de suficiencia y el poco esfuerzo en conseguirlo sin ni siquiera quebrar la voz. Cantó por videlita, toná, liviana, siguirilla, alegrías, malagueña, tientos-tangos y acabó por fandangos. Respondió a dos peticiones del público haciendo media granaina y un tango de Córdoba sin guitarra, sin entregarse ni romperse, con lo que llegamos al descanso. El espectáculo lo reanudaría Fina La Churruca, pero eso merece otro tratamiento distinto que el del orden cronológico del programa.
Mayte Martín, en el rigor del negro habitual en su indumentaria, acompañada por Juan Ramón Caro, hizo las delicias del público con una tonalidad de bajos exquisitos y un paladar y sello propio que justificó de sobras su presencia y los aplausos del público. Arrancó por granaina, malagueña del Mellizo abandolá, fandangos de huelva, guajira recordando a Juanito Valderrama y bulerías. Ante la insistencia del público, hizo un bis con la copla de Rafael de León, Ten cuidado, en sones de bulería.
El cierre lo puso Arcángel con la magnífica guitarra de Miguel Ángel Cortés. Inició su intervención con la segunda soleá que se escuchó en toda la noche, a la que siguieron malagueña, tientos-tangos, siguirillas y cantes por alegría, acabando con unos sin par fandangos de Huelva y el público en silencio espectante hasta las cinco de la mañana.
Con el baile se reanudó el espectáculo tras el descanso, y en el alma de muchos ojenetos que amamos y admiramos a Fina La Churruca, pudimos gritar: ¡Ya era hora! Ya era hora de que esta gran bailaora nuestra tuviera cabida en el cartel de su pueblo. Estuvo acompañada al cante por Francis Bonela, de la malagueña dinastía de los Bonela. Primero bailó una siguirilla, en la que detecté algo de nerviosismo o responsabilidad por la larga espera, cosa que me confirmó su voz cuando, antes del segundo baile, tomó el micrófono para agradecer el calor del público y su presencia en el cartel. En las alegrías, ya suelta, entregó el alma y bailó de ensueño, mucho mejor que otras estrellas de renombre que le precedieron en el mismo escenario otros muchos años. Los organizadores del festival han saldado con Fina una deuda pendiente; ella ha rubricado con su baile que es merecedora de ser profeta en su pueblo, además de haber enseñado a bailar a toda una generación de jóvenes. ¡Felicidades, Josefina!