Mantenerse a base de platos combinados, es como mantener la guerra fría con uno mismo.
Gracias a la ley de la gravedad sabemos cuando están maduras las manzanas.
El absoluto y el infinito viven un amor imposible.
El acordeón es el fuelle con el que el músico forja el pentagrama.
La admiración y la envidia se mueven con el mismo resorte; así que las dos tratan de llevarse el gato al agua: una para lavarlo, la otra para ahogarlo.
La adulación es el oropel con el que se reviste la mentira.
Mi alter ego es mi otro yo; de él heredé esta chaqueta.
Los amigos se cuentan por unidades; los amiguetes por cientos.
Un apóstrofe es un acento en el vacío.
El aprecio es un cariño de arte menor y rima asonante.
Se aprende mucho más escuchando que hablando; no obstante, también conviene oírse a uno mismo e interrogarse.
Desde aquí soy éste; pero desde allí debo ser aquel.
El aura es el manto de tisú con el que se abriga el alma.
El bacalao es el pescado que tiene más salero.
La belleza es el paradigma de los sentidos; la bondad el de los sentimientos.
La campaña de medicina preventiva le llevó a ponerse el parche antes de que le saliera el grano.
La cebolla guarda en su pecho una pena muy honda.
Los celos son el escozor de la desconfianza.
Hay cerebros que lucen tanto como un candil.
Un chicle es el balón con el que los dientes realizan sus entrenamientos.
La cisterna es un continente de líquidos que sirve para mover sólidos.
La columna salomónica es un tornillo con tuerca en forma de capitel.
Un consomé es un compendio líquido de restos sólidos.
El donante de sangre no sabe quién saboreará su savia.
La duda es el tartamudeo de las ideas.
(de mi libro inédito Magines y otros trajines)