16 septiembre 2010

COMPADRES

Éramos muy jóvenes. Yo era absolutamente un niño. Era costumbre entonces de hacer entre los jovencitos una especie de alianza que se llamaba hacerse compadres. No, no hablo de la mediación de ningún bautizo, sino de la antigua costumbre de establecer por sorteo una pareja de entre jóvenes. De inmediato un cruce de regalos que no alcanzo a recordar  -con certeza una bagatela, dada la escasez de medios-, pero sí la sensación de haber sido afortunado en dicho sorteo o tal vez el amaño de éste por interés de la chica que terminó siendo mi comadre.

Hacía meses que la miraba con una delicadeza distinta al resto de las niñas. En los juegos procuraba estar cercano a ella. Un día descubrí al apresarla, jugando al escondite, y, aunque con suma inocencia y con la mayor delicadeza a mi alcance, el roce con su cuerpo despertó en mí una emoción que no sabría describir; sé que me habría quedado pálido, pero sublimado. Desde entonces, procuré con afán dar siempre con su escondrijo y tenerla sutilmente en mis brazos durante unos segundos interminables; cuando se volvían las tornas, cuando era ella la que daba conmigo, me presionaba sin remilgos ni malicia, al tiempo que mi cuerpo hacía acuse de recibo y sentía una especie de desmadejamiento entre sus brazos y un acusado temblor de piernas que me provocaban instantes de paralización.

Yo era pequeño, inocente, muy ignorante; ella una pollita en la que ya se dibujaban las curvas y protuberancias femeninas. Para mí ella era un ángel celeste; yo para ella era sólo un juguete, un instrumento, un compañero de juegos con el que pasar las tardes después del cole y la merienda. Casi de inmediato terminaron para ella los juegos y comenzó a salir con un desgarbado y alto jovenzuelo que la llevaba de paseo. Dejó de jugar conmigo. Yo seguí jugando al escondite, pero nunca más sentí el calor tibio y electrizante de otro cuerpo junto al mío aquellas lejanas tardes de juegos.

3 comentarios:

  1. Como dice la canción:
    ¡Que tiempo tan feliz
    que nunca olvidaré ...!

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  2. Seguro que ella también lo recuerda. Las emociones son compartidas a esa edad.te lo digo yo...

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  3. Epocas de risas faciles y dulces días.

    Saludos

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