Ella es única.
Irrepetible.
Ella es imaginación en
vuelo
que domina el rizo,
la barrena, el tombé o el picado,
que parece tomar tierra,
para elevarse de nuevo
hasta el infinito.
La sola presencia de un
jilguero
en sus delicadas manos
es canto inductor para la
acrobacia que sigue
y así hilvana los ensueños,
como la secuencia de un
prestidigitador
envalentonado por los
aplausos,
al tiempo que va tejiendo
la urdimbre
de cada una de sus
evoluciones,
y alimentando su fantasía
con el azar o acaso del
devenir
más insospechado.
No hay límites para una
mente
tan infantil como imaginativa,
por eso en sus ojos
se pueden leer los laberintos
de las siguientes aventuras.