31 diciembre 2009

LA LLUVIA EN SEVILLA ES UNA MARAVILLA

Esa es la traducción que hicieron de “The rain in Spain stays mainly in the plain” en la versión española de la película My Fair Lady. En la escena, la protagonista hacía ejercicios de vocalización y el profesor la sometía al juego –para ella un suplicio- con la rima interna de la frase a modo de trabalenguas.

Aunque lo que perseguía el film no era precisamente cantar las delicias de la lluvia sobre esta ciudad, es cierto que en una región geográfica con tan escasa pluviometría la lluvia viene a ser maravillosa, mas no siempre. Aquí pasamos de la pertinaz sequía, de las restricciones en el suministro de agua, a las inundaciones. Parece como si a las vacas famélicas del faraón le sucedieran las vacas orondas, aquellas que se fagocitaban unas a otras. Me pregunto si esta cadencia de inundaciones y sequías interpretadas por José tienen algo o nada que ver con nuestra situación.

Lo cierto es que hace unos días teníamos los pantanos en niveles paupérrimos y ahora están un buen número de ellos desaguando al gran río, con la amenaza de desbordamientos que ello comporta. Pasó el otoño de largo sin humedecer las sementeras del cereal; ha entrado el invierno con temperaturas cálidas y generosa exuberancia de lluvias. ¿El mundo al revés?

Muchas personas han sido desalojadas de sus viviendas, otros andan con un duermevela observando el nivel de las presas y los ríos; numerosos sótanos y garajes están quedando cada día sumergidos en las aguas que los bomberos desaguan por riguroso orden de llamada, mientras los campesinos evalúan las catástrofes de sus cosechas y se lamentan de no tener una póliza de seguros; los comerciantes limpian los lodos de sus establecimientos y tiran los géneros deteriorados; la crisis económica sigue produciendo mayores estragos que la lluvia: se nos anuncia un nuevo plazo para la recuperación.

De cero al infinito. “La lluvia en Sevilla es una maravilla”, pero en los momentos oportunos y en las dosis adecuadas.

27 diciembre 2009

LOS SANTOS INOCENTES

En la actualidad, el día de los Inocentes se ha convertido en aquel en el que los medios de comunicación hacen mofa carnavalesca publicando noticias imposibles o acontecimientos extraordinarios e impensables, pero todo ello viene de la conmemoración de un episodio hagiográfico del cristianismo: la matanza de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes con el fin de deshacerse del Niño Jesús.

Antes de que comenzara a familiarizarme con las inocentadas de los periódicos y sus noticias milagrosas para ese día -las cuales eran desmentidas al día siguiente-, los niños jugábamos a colgar en la espalda del viandante despistado un muñequito de papel para regocijo de la chiquillería, así como dar algún recado falso con el que hacer caer al incauto.

Siempre me ha llamado la atención la impiedad de Herodes, quien para asegurarse acabar con aquel que podría poner su poder en peligro, no le tembló el pulso en hacer una escabechina que seguramente consideraría sin más remordimientos como daños colaterales. Esos mismos daños colaterales que siguen sufriendo hoy las criaturas que no han pedido venir a este mundo, y que son destruidas en el seno materno para que sus progenitores sigan gozando sus vidas, sin reparar en la destrucción de los pequeños inocentes.

¿Tienes sentido seguir celebrando hoy esta fiesta después de dos mil años? Rigurosamente sí. En tanto que haya gente que aniquile a todo ser que pueda rivalizar en potestad con su vida, que no le importe segar la incipiente vida de un inocente para que no le impida seguir reinando en el caos de su egoísmo, está más que justificada la celebración de esta fiesta, ya que las infantiles víctimas inocentes no son el recuerdo de unos hechos lejanos, sino el presente de un mismo crimen.

26 diciembre 2009

JERUSALÉN

La convivencia de judíos y palestinos es un problema que se pierde en lo remoto de los días, y, dado que ellos de por sí son incapaces de ponerse de acuerdo en los medios para solucionarlo, sino que viven enquistados en no entenderse, la presidencia sueca de la UE ha propuesto partir Jerusalén en dos y convertirla en capital simultánea de los estados hebreo y palestino.

No pongo en tela de juicio la bondad de las buenas intenciones de los políticos europeos, pero dudo que esta medida sea la más acertada para solucionar el conflicto. Acabamos de celebrar el trigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín y pretendemos solucionar la incapacidad de convivencia con otro muro, una división que será insatisfactoria para todos, y que ni siquiera larvará el conflicto por muchos días.

Jerusalén ya cuenta hoy con una división clara en su geografía, y con controles militares que restringen el paso a los palestinos fuera de su demarcación. A pesar de ello, a la vista de un visitante, resulta una ciudad para la convivencia y la religiosidad: las tres religiones monoteístas –judía, cristiana y musulmana- la consideran ciudad santa y para todas ellas importantísimo centro de peregrinación.

Confío en que la política sea capaz de encontrar una solución definitiva al empecinado enfrentamiento entre ambos pueblos, y espero que la solución no sea la de dividir, sino la de asumir, aceptar y sumar.

17 diciembre 2009

NOS QUEDA LA ESPERANZA

Porque en el corazón helado del invierno
palpita y sueña una luminosa primavera,
nos queda la esperanza.

Porque el sol se despereza descorriendo
los visillos opacos de los días de tormenta,
nos queda la esperanza.

Porque el amor es ungüento que acaricia
los fieros desgarrados del hombre,
nos queda la esperanza.

Porque aún quedan personas que se inmolan
y entregan su vida por una causa justa,
nos queda la esperanza.

Porque en el letargo de un barbecho
late con fuerza la próxima cosecha,
nos queda la esperanza.

Porque, por ahora, los ingenios del hombre
no ha podido aniquilar todo lo creado.
nos queda la esperanza.

Porque los crepúsculos barruntan
los bostezos de un nuevo amanecer,
nos queda la esperanza.

15 diciembre 2009

¿POR QUÉ ME ODIAN?

¿Por qué me odian? Esta es la pregunta que se hace el presidente italiano, Silvio Berlusconi, después de la agresión sufrida en Milán por un desaprensivo que dice haber actuado en solitario y no como brazo ejecutor de una camorra organizada. ¿Quién iba a pensar que un inocente souvenir del Duomo podría producir tanto daño físico y tanta orquestación contrapuesta: unos para poner el grito en el cielo, otros para regocijarse de lo sucedido. ¿Por qué tanto odio?

Se supone que el adversario político es con quien se debe establecer el diálogo que dé luz a iniciativas que favorezcan la paz, el bienestar y la vida social armónica de todos los ciudadanos, pero algo podrido hay en el corazón de las personas cuando a quienes no opinan como nosotros queremos hacerlos desaparecer de la faz de la tierra.

Desde hace ya algún tiempo me llegan correos incendiarios de distintos signos políticos, siempre chistes de mal gusto, que desean acabar con la vida del líder al que no hemos podido derrotar en sus argumentos o en las urnas. Comprendo que toda persona alineada o disconforme con la gestión del político de turno desee para él desgastarle y que acabe cuanto antes su mandato, pero de ahí a desearle la muerte va todo un abismo.

Jamás reenvío ninguno de esos mensajes, no seré yo quien alimente un odio absurdo y vil que no hace más que emporcar la conciencia de aquellos que se prestan a calentar el ambiente o a reír el ingenio maligno de sus mentores. Me da igual Rajoy que Zapatero: ninguno de ellos diseña para mi el camino perfecto, con ninguno de ellos estoy plenamente de acuerdo o en desacuerdo absoluto, pero a ninguno de ellos le deseo el mal. El odio es el preludio de la violencia; mas no olvidemos que donde primero causa daño el odio es en la mente de quien lo padece.

13 diciembre 2009

EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ

Recuerdo que durante toda mi vida he llevado una medalla colgada al cuello, sin duda producto de la fe transmitida por mis mayores; la primera, ya desaparecida, era de plata y la limpiaba entre mis manos con un poco de bicarbonato la mañana del domingo buscándole los reflejos originales, antes de acudir a misa; un ritual similar al de darle albayalde a las viejas zapatillas blancas de lona. Después de aquella vieja medalla, me regaló mi madre un crucifijo de oro, el cual no me lo he quitado del cuello desde entonces. Llevo esta cruz en al pecho porque es para mí un símbolo de la fe que profeso en mi corazón, fe en Cristo crucificado y resucitado, redentor de la humanidad, del que cree y del que no.

Soy de los que piensan que el maridaje iglesia-estado es una mixtura tan imposible como la del aceite y el vinagre: una busca el clientelismo y el otro la docilidad. En mi opinión, creo que lo vivido en España en la etapa del franquismo ha sido una gran hipocresía que en nada favorece a la fe, la cual se contagia por el ejemplo. “¡Mirad cómo se aman!”, decían de los primeros discípulos de Jesús. Hoy como ayer, la misión del cristiano es ser luz y sal, dar testimonio con su vida.

La cruz fue escándalo para los judíos y locura para los paganos (1Cor 1, 23), y hoy son muchos los que quieren erradicar la cruz de todo lugar visible, porque la cruz sigue siendo escándalo para quienes no creen en Jesucristo. La escuela y todos los edificios públicos están amenazados con dejar de lucir ese símbolo que es además cultura enraizada desde antiguo.

No sabemos si paulatinamente esa fobia a la cruz acabará también con las cruces que coronan algunos de nuestros montes –sin duda lugares públicos-, las que sirven de guía al Camino de Santiago, las que coronan los campanarios, las que procesionan en Semana Santa; tampoco sabemos si descolgarán en su día el Cristo de Velázquez del Museo del Prado –también lugar público- y las numerosas pinturas religiosas de Zurbarán, Pacheco, Ribera, Murillo y muchos otros de las pinacotecas españolas.

A modo de terapia, voy tres veces por semana a una piscina pública, siempre con mi cruz al cuello, pero hace unos días me dijeron que una nueva norma prohibía entrar en el agua con la cadena, ya que en caso de caída puede rayar el vaso impermeable del recubrimiento, lo que se conoce como estructura “liner”, hecha con un revestido de lámina de P.V.C. No me resistí, pero cuando lo hice me sentía desprotegido, desnudo, como si me hubieran obligado a despojarme del bañador. Desconozco hasta qué punto, si se me desprendiera la cadena con el ejercicio y el movimiento del agua, esa pequeña e inofensiva cruz podría rayar e incluso sajar el revestimiento del vaso piscina, pero no ha sido así durante los tres años anteriores a la entrada en vigor de esta norma. ¿No será que la cruz sigue siendo escándalo, aun en la privacidad de mi cuello?

EL GRITO

12 diciembre 2009

GRITO

Tal día como hoy, de 1863, nacía Edvard Munch, autor del famoso cuadro El Grito, pintado en 1893, inserto dentro de su obra El Friso de la Vida. Munch realizó cuatro versiones del cuadro, pero en las cuatro aparece el rostro angustiado de una figura andrógina que grita desesperadamente. Curiosamente este cuadro ha sido robado en más de una ocasión, como si el interés coleccionista, en conjunción con la avaricia de los dueños de lo ajeno, fuera cómplice de quienes quieren acallar todo tipo de protestas.

También a mí me apetece gritar hoy, hasta desgañitarme, contra todo tipo de injusticias, tanto políticas como económicas y sociales, a las que está sometida la humanidad entera. Sé que sólo voy a lograr un leve desahogo, y que mis palabras, ya rota la voz, no llegará a alcanzar su noble objetivo, pero al menos no habré comulgado con ruedas de molino.

11 diciembre 2009

EL FIN DEL MUNDO

Como si el hombre, en su finitud, tratara de arrastrar y aniquilar todo con su propia desaparición, son numerosas las profecías que a lo largo de la historia han pronosticado el fin del mundo, pero todas ellas fallidas, ya que lo cierto es que aquí sigue girando y girando.

En la Edad Media, cuando el calendario se aproximaba a la entrada del primer milenio, los miedo y las supercherías diagnosticaron que el final de la vida sería en el año 1000, olvidando que nuestro calendario es una convención y no el reloj infalible del tiempo. Es cierto que el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, habla del fin del mundo, pero aunque los mismos discípulos de Jesucristo lo esperaban como algo inmediato, esa meta no está en nuestras manos vislumbrarla dónde se encuentra.

Podemos leer en la Biblia lo que para algunos es un ensayo de ese final tan temido e ignorado: el Diluvio y el exterminio de Sodoma y Gomorra. Y será por eso que cuando se produce un tsunami como el sucedido en el 2004 en el Índico, con epicentro en la costa del oeste de Sumatra, o ante cualesquiera otras señales, nos parece adivinar que el final está cerca y muchos se atreven a asegurar que será inminente.

Cuando nos acercábamos al cambio de milenio –año 2000- nos encontramos con el serio inconveniente del cambio de fecha en los ordenadores -por el problema de su funcionamiento interno a causa del sistema binario-, problema que no fue tal, como tampoco fue tal el haber resucitado el fantasma del fin del mundo en tan redonda fecha. Ahora nos hemos olvidado ya de Nostradamus, de los secretos revelados por la Virgen de Fátima a los pastorcillos y del anuncio de otras desgracias, y nos hemos venido a fijar en las profecías de la cultura maya. Con el título de 2012 se acaba de estrenar una película de Roland Emmerich, donde determina el fin de mundo para esa fecha, apoyándose en las predicciónes de los mayas. Emmerich, en algunas de sus películas narra desastres que acaban o ponen en peligro a la humanidad, como en Independence Day (extraterrestres), Godzilla (monstruos) y The Day After Tomorrow (catástrofes ambientales). Su trayectoria fílmica parece indicar cierta fijación a la catástrofe humana.

Es propio de los ancianos creer que con su decrepitud física todo a su alrededor es un caos, que todo lo que le rodea es casi un exterminio y que se encuentra ante señales apocalípticas inequívocas, pero también de personas fácilmente influenciables por los gurús de moda, por aquellos que mueven hilos oscuros que de seguro les reportan pingües beneficios lo de atemorizar a los demás. Rigurosamente cierto que algún día llegará el fin del mundo, pero de momento sigue girando y girando, y al parecer tiene cuerda para rato.

07 diciembre 2009

UNIFORMADOS

¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué encontramos los mismos macetones en Málaga que en Madrid, unos más frondosos y otros con menos gracia? ¿Por qué los bolardos de Valencia son idénticos a los de Sevilla, además de igualmente odiados por los conductores? Hasta hace poco sólo los buzones de correos –esa institución que algunos quieren hacer desaparecer- eran las únicas uniformidades urbanísticas de nuestras ciudades, junto a las cabinas de teléfonos y posiblemente algo más que ahora se me escapa. Pero últimamente es igual caminar por el paseo marítimo de Chipiona que por el de Benidorm: las mismas duchas y lavapiés de acero inoxidable, los mismos ceniceros, las mismas papeleras…

Antes los autobuses como los taxis eran bien distintos de una ciudad a otra, pero ahora ni siquiera las marquesinas son distintas en Badajoz que en Zaragoza y no digamos de la publicidad. Los bancos en los paseos solían ser muy variados de una metrópoli a otra y los artesanos de cada pueblo trataban de marcar en ellos el acento diferenciador de cada lugar, pero en el tiempo de la uniformidad, bancos y barandillas, jardineras, fuentes, quioscos y hasta los aparcamientos para bicicletas son idéntico en el sur que en el norte, en el levante que en el noroeste, sin olvidarnos de los contenedores de basura.

La esperanza estaba en las tapas de los registros de la televisión por cable, la luz y el gas, pero la concentración de los poderes económicos en las mismas manos hace que también el suelo se uniforme con las mismas tapas de hierro fundido. Por si faltaba algo, también el pavimento, además de la mímesis tan falta de creatividad de los edificios, una y mil veces copiados y repetidos, nos hacen dudar en qué lugar nos encontramos, a lo que contribuyen los monopolios de las entidades bancarias con su tipología gráfica y sus colores establecidos, y en menor cuantía las ambiciosas franquicias que ofrecen las mismas tapas y los mismos cafés en Soria que en Cádiz.

Y como si de una pandemia se tratase, pueblos y ciudades usan el mismo mobiliario; así podemos comprobar que son idénticos los parques infantiles donde juegan los niños de Toledo que los de Monforte de Lemos, o los parques geriátricos donde se ejercitan las personas mayores de Archidona o Salamanca. En este tiempo de la igualdad de derechos, de la tan en boga paridad, tanto da que te pasees por La Coruña como por Murcia.

05 diciembre 2009

¿HAY ALGUIEN AHÍ?

Esa es la pregunta que me hago cada vez que subo algo a esta página: ¿Hay alguien ahí? “En el trabajo literario -dice García Márquez-, uno siempre está solo, como un naufrago en medio del mar”; pero el creador de Macondo se refiere a este silencio del instante presente en el que uno se enfrenta con la página en blanco, como yo ahora, mas mi cuestión es otra: ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien lee lo que escribo?

Aunque un número considerable de personas que escriben dicen hacerlo para sí mismo, por un impulso irrefrenable o por criterios de autoafirmación y terapia, en el fondo, todo escrito tiene en sí el fin último de comunicar. Tanto Saussure como más tarde Roman Jacokson saben muy bien cómo la finalidad de un mensaje, expresado por un emisor, a través de un canal, va dirigido a un receptor. Cuestión distinta es si el receptor del mensaje aprobará o disentirá de lo expresado en el mismo.

El escritor, al publicar su obra, conoce a través de su editor los índices de ventas, aunque tampoco pueda tener certeza de cuántas personas le han leído, ya que hay libros que pasan directamente a los estantes de las librerías sin haber sido ni siquiera hojeados, mientras otros son varias veces prestados y finalmente perdidos en las manos de otros lectores, sin entrar en analizar lo que sucede con los fondos de las bibliotecas públicas. Por otro lado, el autor dramático conoce de primera mano el éxito o el fracaso por el número de representaciones, y esas sí que son inequívocas. Finalmente, unos y otros, por el número de citas a su obra o por el número de estudios sobre ella.

Por las respuestas obtenidas, no tengo más remedio que refugiarme en la terapia y entrenamiento cognitivo que este ejercicio me reporta, si bien mi objetivo es claramente interpelarte, lector, si es que existes, para que te formules las mismas preguntas que yo me hago, o para que me sugieras aquellas con las que te gustaría confrontarte. ¿Hay alguien ahí?