Esa es la traducción que hicieron de “The rain in Spain stays mainly in the plain” en la versión española de la película My Fair Lady. En la escena, la protagonista hacía ejercicios de vocalización y el profesor la sometía al juego –para ella un suplicio- con la rima interna de la frase a modo de trabalenguas.
Aunque lo que perseguía el film no era precisamente cantar las delicias de la lluvia sobre esta ciudad, es cierto que en una región geográfica con tan escasa pluviometría la lluvia viene a ser maravillosa, mas no siempre. Aquí pasamos de la pertinaz sequía, de las restricciones en el suministro de agua, a las inundaciones. Parece como si a las vacas famélicas del faraón le sucedieran las vacas orondas, aquellas que se fagocitaban unas a otras. Me pregunto si esta cadencia de inundaciones y sequías interpretadas por José tienen algo o nada que ver con nuestra situación.
Lo cierto es que hace unos días teníamos los pantanos en niveles paupérrimos y ahora están un buen número de ellos desaguando al gran río, con la amenaza de desbordamientos que ello comporta. Pasó el otoño de largo sin humedecer las sementeras del cereal; ha entrado el invierno con temperaturas cálidas y generosa exuberancia de lluvias. ¿El mundo al revés?
Muchas personas han sido desalojadas de sus viviendas, otros andan con un duermevela observando el nivel de las presas y los ríos; numerosos sótanos y garajes están quedando cada día sumergidos en las aguas que los bomberos desaguan por riguroso orden de llamada, mientras los campesinos evalúan las catástrofes de sus cosechas y se lamentan de no tener una póliza de seguros; los comerciantes limpian los lodos de sus establecimientos y tiran los géneros deteriorados; la crisis económica sigue produciendo mayores estragos que la lluvia: se nos anuncia un nuevo plazo para la recuperación.
De cero al infinito. “La lluvia en Sevilla es una maravilla”, pero en los momentos oportunos y en las dosis adecuadas.
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