Cuando nació el amor
ya era primavera
y había nevado copioso sobre
el naranjo
y el limonero.
El ciruelo y el durazno
también se habían vestido de
fiestas
y los cerezos eran asimismo
dura competencia;
pero el almendro había
perdido
su capa de armiño
y pasaba casi desapercibido.
La primavera, como el amor,
vino para subvertirlo todo,
para agitarlo y sembrar de
aromas
todas las pituitarias de la
tierra.
Cuando nació el amor
vino a tomar plaza de
naturaleza
la alegría,
y también con ella la
nostalgia.
Y es que la felicidad, tan
celosa de sí,
es como perseguir la luz del
sol
cuando se derrama por el
poniente
y se oculta en el manto
oscuro de la noche,
para nacer con más bríos al
día siguiente.