Por los recovecos donde
anidan los sueños,
jirones de ti, más
desmelenados que tejidos,
pero presencia viva y
vivaz
buscando perpetuarnos
entrelazados
en un previsible para
siempre.
Dicen que uno es mayor
cuando pesan los recuerdos.
No tengo báscula ni me
obsesionan
los calibres ni las
mediciones,
pero me gusta mirar hacia
atrás
y deleitarme en lo que
fuimos,
para así comprender lo que
somos
y las posibilidades de
nuestra deriva.
Nos marcó la llama que no
quema,
el compromiso en el
intercambio de promesas
que hemos ido cumpliendo
fielmente,
─a veces a duras penas,
otras con holgura─
la suma de dos que siempre
intentaron
ser uno e indivisibles.
Es hermoso desde la cima
el panorama:
la vega, el valle… La brisa que acaricia
y también el viento
contrario. Todo.
Todo suma, en especial lo
adverso superado.
El ayer es nuestra carta
de presentación,
y el día a día la rutina
que nos ha traído
entre risas y llantos hasta
lo soñado.