Recuerdas aquel día,
─como otras veces─
aquella mañana de otoño,
cuando surtía de mí
mucho más
de lo que en mí cabía
e iba lamiendo las laderas?
¿Lo recuerdas?
Yo era un torrente en
crecida
que iba desbordado hacia
ti,
que arrasaba
con cuanto encontraba a mi
paso,
lo acunaba en mi seno
y le iba sumando elementos
de lo más variopintos:
coches abollados,
contenedores,
tapas de alcantarillas, gatos,
perros,
un jumento con muchas mataduras
y otros animales
sorprendidos
por mi brazo hostil;
alfombras y mesitas de
noche,
jaulas sin pájaros y peceras
sin peces
que dormían la dulce
espera;
piedras, lodos, enseres no
clasificados,
flores marchitas, loza
rota,
cascotes de una tapia
que había perdido el
equilibrio…
Millones de suspiros
y un centenar de afonías
desmayadas…
Ahora soy cauce seco,
pero todo cuanto encuentro
te lo entrego a ti
en tu aposento salino
por quien muero.
Cuidamos algo nuestras playas para seguir viviendo de un turismo barato, pero nuestros mares interiores (lagos, lagunas, ríos) los tenemos abandonados.
ResponderEliminarUn abrazo.
...y todo lo que arrastran los ríos acaba en la mar.
EliminarUn abrazo.
Llegará el momento en que el mar se "queje "de tanta basura cómo le llega, aunque resulta complicado luchar contra la furia de los elementos y fenómenos de la naturaleza.Saludos
ResponderEliminarAlgún día expulsará toda esa basura, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño, amigo.
Es muy lamentable lo mucho que el ser humano es capaz de destruir.
ResponderEliminarUn abrazo grande.