Desde que Neil Armstrong
mancilló con sus huellas
la Luna,
el paraíso se mudó a un
lugar más remoto
donde los destellos son
fulgor
imposibles de violentar.
Los poetas, que sí conocen
los intríngulis
de lo mágico y de lo
crepuscular,
siguen refiriéndose al rosetón
del cielo
y ocultando el nombre
sobre todo nombre,
cuando piensan en ese otro
espacio celestial
al que pocos, ni siquiera
todos los poetas
tienen acceso,
sino aquellos quienes
dominan las artes
es lugar reconocible y de común
aspiración.
Allí es donde se da el
azul pleno y purísimo,
el serenísimo cromatismo
de las deidades
y la jovialidad eterna de
músicos, pintores
y egregios poetas.
Es esa el área concreta
donde la creatividad
es el columpio ingrávido
de las ideas
y la palabra el hilo de
oro
con el que tejer páginas
inmortales.
Las aspiraciones de los
astronautas
han tomado otros
vericuetos más distantes,
pero igualmente erróneos y
disparatados.
Si supieran leer entre
líneas
los designios universales
de la eternidad…
No llamaria mancillar lo que ocurrió en la luna, lo que si es cierto es que a los poetas los jodió.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tampoco entiendo que tangan que gastar tantísimos millones en explorar el espacio cuando en la tierra tenemos tantos problemas y no se gastan nada en solucionarlos.Saludos
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