Cuando apenas eras
una sombra afable, abocetada
y serena,
a la que atrincherar mi
esperanza,
entraste a mi
desvalimiento
pisando fuerte con sones
de certeza
y ahuyentado de mí toda
duda.
Primero te confirmé
en el espectro que de ti
me había formulado,
en ese ideal que uno sueña
como en el premio gordo de
un sorteo,
tan generoso como
inviable.
Y aquel presentimiento,
aquella loca ensoñación
era una sonrisa
panorámica y silenciosa,
sin estridencias,
encendida como un ascua de
luz.
Es cierto que yo había
sembrado
semillas ilusorias, distintas
y distantes
de la realidad, pero tu
presencia fue ese sol
que descorre las nubes,
marchita el arco iris
y se hace luz que
trasciende de este a oeste.
En aquel punto exacto,
en el mismo mosaico donde fuiste anunciación
sigue por siempre firme mi
mirada.
Ahora que disfruto de este momento, te puedo leer con tranquilidad,
ResponderEliminarPreciosa ensoñación.
Besos.
Que esa maravillosa sonrisa siempre exista e ilumine tu vida en todos los días.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mirada de eterno enamorado. Saludos
ResponderEliminarComo una flor nos vas dejando pétalo a pétalo la eternidad del amor en tus versos, Francisco. Muy bello, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo siempre.